Este lunes, alrededor de las 19, había 15 policías "haciendo dedo" desde Cutral Co hacia Zapala. El traslado diario es todo un tema para los uniformados que deben sumar a las horas de servicio, el tiempo de espera hasta que los levantan.

Los efectivos provinciales estaban separados en 3 grupos. Dos de hombres y uno de mujeres. El primero de ellos, cerca de la Casa de la Historía; otro a unos 100 metros al oeste y el último, cerca del semáforo de calle Lácar.

Los uniformados hace tiempo que se manejan haciendo "auto stop" para viajar entre su lugar de residencia y su destino asignado.

Mucho tiene que ver el costo del pasaje y que muchas veces no coinciden los horarios de los micros con el de ingreso laboral. De Cutral Co a Zapala, el boleto de colectivo tiene un costo de 4.315 pesos por viaje. Agruparse para viajar en auto, también se complica por el costo de la nafta. En definitiva, la opción es "hacer dedo".

El tema no es nuevo en realidad. En 2012, la Comisión de Familiares de Policías informó públicamente que en total 400 uniformados viajaban distancias de 70 o más kilómetros para cumplir sus tareas.

Ese año, dos efectivos que habían subido una camioneta perdieron la vida cuando el vehículo volcó. Si bien esto es excepcional, lo cierto es que es uno de los riesgos que afrontan. En junio de 2.022, el policía Fernando Arratia fue atropellado mientras hacía dedo en Plaza Huincul. Viajaba diariamente desde Zapala hasta Senillosa.

Un tiempo antes, en 2.017 hubo un proyecto en legislatura para pagar un plus "por traslado" a los efectivos aunque finalmente no prosperó. En definitiva, en invierno o verano deben enfrentar el largo camino del "casa al trabajo".

Tras el accidente de Arratia, Sergio Sepúlveda un retirado de la fuerza que suele convertirse en "la voz" de los uniformados, narró la experiencia que les toca: “con estos terribles fríos que hoy azotan nuestra región, me imagino pobres nuestros camaradas, con el miedo que deben llegar, cuando lo hacen tarde al servicio, porque de seguro alguno, se les da por apurarlos con alguna sanción. Ellos no pueden quejarse, ni decir nada, solamente agachar la cabeza y que sea lo que Díos quiera, con sus vidas, pero nosotros si podemos, son nuestros hijos, son nuestros hermanos, que están quedando tirados en la ruta, son ellos los que están sufriendo esos fríos, que de seguro, cuando sean adultos mayores, van a sufrir las consecuencias”.