A fines de la década del ‘20 hubo una «oleada» de italianos que llegó a Plaza Huincul. Fueron los primeros y luego les siguieron varios más. Esa camada inicial estuvo integrada por Carmelo Barbagiovani que arribó en 1929 junto a Lombardo, Bellomo, Manera, Constantino Calalecina y Jaladillo para sumarse a Viola que estaba desde el ‘26 en la zona. Unos años después llegaría Paterniti. Ellos junto a Musso, Sebastián Petronacce, Ciucci, Pagliaro y Carmelo Pintagro.

Para decirlo sencillo, la corriente inmigratoria de italianos «corridos» por la primera guerra mundial en Europa que buscaban un lugar donde asentarse, nutrió a la incipiente explotación petrolífera entre mediados y finales de los años ‘20 así como en la década del ‘30.

«Cacho» Ciucci es parte de esa historia y resume la de muchos otros que afrontaron la pelea contra el desierto y los vientos porque acá «había porvenir».

"Mi padre es de 1911, y vino cuando tenía 8 años, en 1919 o 1920 más o menos. Ellos eran inmigrantes, venían de Italia. De Monte Giorgio, la ciudad donde nacieron, en el sur del país.

"A mi me dijeron que se vinieron de Italia, porque ahí se vivía mucho la época de la guerra y era una situación complicada. Además, llegaron hasta acá, porque justo cuando estaban en Bahía Blanca, se dio todo lo del ferrocarril, que llegaba hasta acá, y surgió como un trabajo. También estaba la dirección de minas, estaba el petróleo, etc. Y dijeron que iba ser una zona próspera.

"Mi abuelo, el que no conocí, Vicente Ciucci, fue el primer capataz del ferrocarril; y al que sí conocí, fue al sub capataz Constantino Pagliaro, igual que el cantor Gianfranco Pagliaro, del que somos medio parientes.

"En esa casita, que hoy es el restaurante (La Estación), se conocieron. Mi tío Luis, que se casó con la hija de mi abuelo materno. Y mi papá, con la otra hija. Es decir, son dos hermanos, casados con dos hermanas.

"Mi abuela Nazarena, falleció de viejita a los 92 años, el mismo día en que iniciaba un torneo mundial de fútbol de 1978, fue el 1º de julio". José Vázquez Reyes trabajó -dice- durante 27 años el tambo de su madre, Lucrecia Reyes. Entre otras funciones le tocó distribuir en campamento Dadín y Villa San Martín.

(Edición y entrevista: Juan Carlos "Bocha" Bendetti y Néstor Sandoval)