La periodista Agustina Peñalva eligió su espacio televisivo para romper un silencio doloroso, revelando con lágrimas el calvario de acoso que padece. La comunicadora identificó a su agresor como Walter Graziano, un economista conocido por sus apariciones mediáticas, y expuso la inacción de la Justicia a pesar de las tres denuncias formales radicadas.

Peñalva relató que el hostigamiento comenzó a principios de agosto a través de las plataformas digitales. Inicialmente, Graziano la inundaba con hasta treinta mensajes diarios en redes, hasta que una inquietante advertencia encendió las alarmas: el acosador anunció que "estaba aguardando el momento para encontrarla a solas". Tras bloquearlo sin éxito, ya que el hombre creaba nuevas cuentas en Twitter, el hostigamiento escaló al plano físico.

La escalada de la persecución

El primer encuentro en persona se produjo el $24$ de agosto, cuando el economista se presentó en un restaurante donde la periodista cenaba con amistades. Aunque Peñalva no lo reconoció de inmediato, el hombre se limitó a preguntar sobre su trabajo y se retiró. Sin embargo, días después, una persona contactó a su manicura ofreciendo un obsequio, lo que llevó a Peñalva a atar cabos y confirmar que se trataba de su acosador virtual.

El hostigamiento continuó en su lugar de entrenamiento. En el gimnasio, el hombre irrumpió bruscamente, interpelándola sobre sus horarios laborales, lo que provocó una huida inmediata de la periodista. Al investigar, descubrió que Graziano se había inscrito en ese local solo una semana antes, presumiblemente rastreándola por etiquetas en redes sociales.

A partir de allí, los episodios se multiplicaron. Tras la primera denuncia formal el $4$ de septiembre, el acosador siguió enviando mensajes constantes sobre el contenido del programa televisivo y se presentó en el gimnasio con regalos. El local finalmente le retiró la membresía a Graziano y llegó a advertir a Peñalva cuando el hombre la esperaba en la puerta. En ese momento, tras la segunda denuncia, le fue otorgado un botón antipánico, aunque el acoso nunca cesó.

La periodista reveló que su vida personal está completamente comprometida: el acosador conoce su domicilio, sus movimientos, sigue a sus amistades y a los emprendimientos de estas, enviándoles mensajes de forma continua para preguntar dónde puede interceptarla o dejarle "obsequios".

El último enfrentamiento y la indignación judicial

El incidente más grave ocurrió el pasado viernes, a la salida de la cancha de San Lorenzo, donde Peñalva grababa contenido para YouTube. El hombre la abordó, le colocó un libro en el pecho y, ante el forcejeo, le dijo: "si estaba con él, no la iba a lastimar".

A pesar de la presencia policial, y tras tomarles los datos a ambos, los agentes los dejaron ir. Esto obligó a Peñalva a radicar su tercera denuncia, esta vez en el fuero porteño.

La periodista describió la angustia de pasar horas en el juzgado "respondiendo y repasando cada episodio de este sujeto que no entiende que no es no".
Peñalva concluyó su relato con una revelación alarmante: su acosador tiene un historial de hostigamiento a una colega y fue denunciado por su exmujer, habiendo sido declarado "insano para convivir con terceras personas".

Clamor por la intervención inmediata

La comunicadora planteó un interrogante desgarrador a la Justicia: "Si tengo tres denuncias y un botón antipánico, y él tiene antecedentes iguales, ¿qué están esperando? ¿Están esperando que me encuentren en una bolsa?"

Peñalva afirmó sentirse "presa" en su propia casa, obligada a depender de sus allegados para acompañarla y protegerla, mientras el acosador, que vive a solo ocho cuadras de su domicilio, permanece libre. Criticó la ineficacia del botón antipánico, cuya corta duración de batería lo hace inútil en eventos o fuera de casa.

Finalmente, en un mensaje directo a su acosador, le rogó: "No quiero nada de vos. Te tengo miedo. Necesito recuperar mi vida. Si tenés problemas psiquiátricos, hacete atender e internate, pero date cuenta: dos mujeres te dijimos que no. Por favor, no molestes más". Su llamado final fue a la Justicia, pidiendo agilidad y que se reconozca el acoso como violencia de género que no debe esperar a "la bolsa, la zanja o las cenizas" para actuar.