Ausente del plantel que participó del Mundial de Rusia 2018, el jugador del Real Madrid es un protagonista clave en un equipo que cierra a una generación inolvidable y da paso a una joven, preparado para ser, una vez más, la piedra en el zapato de los poderosos.
Por Walter Vargas
Muy elogiado por el Maestro Tabárez y sin embargo ausente del plantel que participó del Mundial de Rusia, en las venturosas horas de Diego Alonso al frente de la selección de Uruguay, es imposible que no piense en Federico Valverde como un protagonista clave en un equipo renovado y preparado para ser, una vez más, la piedra en el zapato de los poderosos.
Fede Valverde, o Pajarito, o Halcón, ya es una de figura consolidada en el club más poderoso del planeta, Real Madrid, una certeza que, por añadidura, contiene la sólida hipótesis de que en su primer Mundial rayará a gran altura.
A diferencia de los Mundiales precedentes, el de Qatar presentará una versión uruguaya con mudanza de nombres y una lozanía que las meras circunstancias reclamaban a los gritos.
De ahí derivó el cese de funciones del emblemático septuagenario Oscar Washington Tabárez, de ahí la llegada de Alonso y la arremetida que derivó en una convincente clasificación al Mundial del año en curso.
De tal suerte, La Celeste que competirá en el exótico Mundial en tierras árabes perfila una variada coexistencia generacional en la que tirarán del mismo carro otoñales del tipo de Fabián Muslera y Martín Cáceres, maduritos como el talentoso Giorgian De Arrascaeta que brilla en Flamengo, íconos como Luis Suárez y un puñado de jóvenes en alza.
Entre varios, Rodrigo Bentancur, Matías Viña, Facundo Pallistri, Darwin Núñez y, sobremanera, el polivalente Fede Valverde.
Montevidiano de pura cepa, nuestro personaje nació el 22 de julio de 1998, se inició en las divisiones formativas de Peñarol a los 14 años y más temprano que tarde cosechó elogios de cuantos entrenadores le tocaron en suerte, en especial Pablo Bengoechea y José Perdomo, cuyas evocaciones no dejan lugar a la más mínima duda.
He aquí algunas de las frases que dispensaron a Valverde: "Nunca había visto a un botija de 16 años con tantas virtudes", "tiene técnica, pegada, pase y visión de juego", "podía jugar de contención, de medio campista organizador, por los laterales, de conductor o de media punta y en todos los roles sacaba ventaja, salvaba partidos", "Ya sabíamos que Fede sería un jugador excepcional". Etcétera.
Valverde vistió la camiseta uruguaya en todas las categorías desde la Sub-15, pero su primer gran espaldarazo fue en un torneo sudamericano Sub-17 jugado en Asunción del Paraguay, cuando sobresalió varios escalones por delante de los demás y los enviados de clubes europeos se apresuraron en anotarlo en sus carpetas de exploración.
Así fue que merodearon Chelsea, Barcelona y Arsenal ofreció por su pase 3.4 millones de euros, pero en una rápida conversación entre intermediarios del Real Madrid y familiares del muchacho se convino el acuerdo de 5 millones en el hall del hotel de la Conmebol.
Quedaba, eso sí, cumplir con los protocolos legales, habida cuenta de que Valverde todavía no había cumplido la mayoría de edad, de modo tal que tras la aprobación de la FIFA el traspaso fue sellado a condición de que se esperara que el pichón de crack cumpliera los 18 años de rigor.
En esos meses en Peñarol, pongamos meses de transición, un todavía adolescente Valverde creció paso por paso, mejoró en el aspecto físico (kilos, talla, fortaleza) y cuando viajó a Madrid ya estaba en posición de asumir los máximos desafíos.
Entretanto The Guardian lo incluyó entre los 50 mejores futbolistas del planeta nacidos en 1998, jugó tan bien que le quedó chico el Real Madrid Castilla, tuvo un rendimiento aceptable en el debut con el Real Madrid Fútbol Club, atravesó una etapa experimental en Deportivo La Coruña y cuando regresó a la Casa Blanca ya estaba a punto de caramelo para pelear un puesto con Casemiro, con Marcos Llorente y con quien cuadrara.
En la alternancia de roles con los que siempre dio la talla, el espigado crack uruguayo ganó terreno, pulió sus recursos y se hizo de la primordial confianza dispensada por sus compañeros, los directores técnicos Zinedine Zidane y Carlo Ancelotti y la exigente afición que colma el Santiago Bernabéu.
Valverde ya suma 167 partidos con 14 goles y 12 asistencias en el Real Madrid. Y eso con 24 años.
(Por cierto, asistió al brasileño Vinicius en el gol que definió la Champions League, cuya final tuvo lugar en el Stade de Francia el 28 de mayo último).
En la selección de Uruguay, por su parte, debutó el 5 de septiembre de 2017 en el Defensores del Chaco de Asunción y su foja transitoria es de 44 partidos y 4 goles.
En Qatar espera a Uruguay un complejo grupo que compartirá con Portugal, Ghana y Corea del Sur.
Complejo, sí, pero para nada imposible y mucho menos si la batuta de Valverde distribuye las armonías necesarias.