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Lo que ocurre en las costas de Santa Cruz ha dejado atónitos a los biólogos. Un estudio internacional, liderado por la Universidad de California en Berkeley, ha confirmado que el Parque Nacional Monte León (PNML) alberga una concentración de pumas que duplica los registros más altos conocidos hasta ahora en todo el continente.

Una mesa servida: el factor pingüino

La explicación de este fenómeno radica en un cambio drástico de dieta y comportamiento. Durante décadas, la ausencia de grandes predadores permitió que las colonias de pingüinos de Magallanes prosperaran sin amenazas en tierra. Sin embargo, con el regreso del puma a estas áreas protegidas, los felinos encontraron una fuente de alimento inagotable y, sobre todo, fácil de capturar.

“Aquí se combinan dos factores clave: hay muchísimos pingüinos y son presas sumamente fáciles”, explicó Mitchell Serota, el ecólogo que encabezó la investigación. Esta abundancia de recursos ha provocado que el puma —un animal tradicionalmente solitario y territorial— modifique su naturaleza: ahora las hembras toleran la cercanía de otros ejemplares, concentrando su actividad en las colonias de aves y moviéndose mucho menos que sus pares en otras regiones.

Sobrevivir al invierno

El estudio, que utilizó tecnología de punta como collares GPS y cámaras trampa, también analizó qué sucede cuando los pingüinos migran al mar durante la otra mitad del año.
Para mantener esta densidad récord, los pumas de Monte León recurren a un "plan B" de alta eficiencia: el guanaco. La abundancia de este camélido en la zona actúa como un sustento vital que permite que la población de felinos no decaiga cuando las aves se retiran de la costa.

¿Un peligro para la biodiversidad?

A pesar de la espectacularidad de las cifras, los científicos traen un mensaje de tranquilidad. La presencia masiva de pumas no ha diezmado a las aves. Por el contrario, los datos indican que la población de pingüinos de Magallanes en el área se mantiene estable y en crecimiento.

Este fenómeno es interpretado por los expertos como una señal de salud del ecosistema: la naturaleza está recuperando un equilibrio que se había perdido hace un siglo, demostrando que la convivencia entre el gran predador de la Patagonia y sus presas es, por ahora, armoniosa y sostenible.