Donald Trump oficializó la orden al Pentágono para reiniciar las pruebas atómicas, interrumpiendo una moratoria de 33 años. La medida, que busca enviar una señal de disuasión a Moscú y Pekín, se complementó con una brusca cancelación de la cumbre bilateral con el líder ruso, Vladímir Putin.
La política exterior de Estados Unidos experimentó un giro radical este viernes con la confirmación presidencial de la reanudación inminente de los ensayos nucleares, una práctica que había permanecido suspendida por más de tres décadas. La directriz, impartida al Departamento de Guerra, marca un punto de inflexión en la estrategia de seguridad nacional y eleva la tensión geopolítica.
El presidente Donald Trump, al ser consultado por periodistas a bordo del Air Force One, validó la decisión con un argumento de reciprocidad estratégica: “Si otros países lo van a hacer, nosotros lo vamos a hacer”. Aunque no se ofrecieron detalles sobre la metodología —como si se utilizarán instalaciones subterráneas—, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, defendió la instrucción como un paso "responsable" y esencial para asegurar una "disuasión nuclear creíble".
Ruptura y escalada de rivalidad
La orden, que formaliza el anuncio realizado el jueves, es leída como un mensaje de alta potencia a China y Rusia, en el marco de la escalada de la competencia entre potencias. Al romper con décadas de contención nuclear, Washington no solo busca reconfigurar su capacidad militar, sino también alterar el equilibrio de poder mundial.
En paralelo a este endurecimiento militar, la diplomacia sufrió un revés significativo. La Casa Blanca optó por suspender la reunión bilateral que Trump y Putin tenían agendada en Budapest para las próximas semanas. Según reportes del Financial Times, la decisión de postergar el encuentro se debió a la persistencia del Kremlin en sus demandas respecto a Ucrania, lo que subraya la correlación directa entre el desafío militar y el deterioro de los canales de diálogo al más alto nivel.
