El Complexo da Penha, en el norte de Río de Janeiro, amaneció este miércoles con una escena de horror: vecinos colocaron más de 50 cuerpos en una plaza luego de los violentos enfrentamientos ocurridos durante la llamada Operación Contención, considerada la acción policial más sangrienta en la historia de la ciudad, con un saldo total de al menos 132 muertos.
Imágenes difundidas por medios internacionales mostraron cadáveres alineados en el suelo, muchos de ellos con signos de tortura, quemaduras y disparos en la cabeza o la espalda, en un escenario que conmocionó a Brasil y al mundo.
“Fue como una película de terror. En cada calle había cuerpos, el gas lacrimógeno todavía ardía en los ojos y el aire olía a sangre”, relató un repartidor de 31 años que colaboró en la recuperación de víctimas dentro de la favela.
Los cuerpos fueron depositados cerca de una de las avenidas principales del Complexo da Penha, zona donde se concentró el operativo que involucró a 2.500 agentes armados, respaldados por vehículos blindados, helicópteros y drones. El objetivo oficial era desmantelar al Comando Vermelho, la mayor organización del narcotráfico en la región.
Sin embargo, habitantes y organizaciones sociales denunciaron ejecuciones sumarias y torturas. “Hay víctimas con disparos en la nuca y por la espalda. Esto no es seguridad pública, es una masacre”, expresó el activista comunitario Raul Santiago, de 36 años.
En tanto, el abogado Albino Pereira Neto, representante de varias familias afectadas, aseguró que muchos cuerpos presentan marcas de amarre y quemaduras, lo que refuerza las sospechas de asesinatos extrajudiciales.
El operativo, realizado el martes, paralizó la zona norte de Río, con intensos tiroteos, incendios y barricadas con colectivos. Testigos afirmaron que los presuntos narcotraficantes utilizaron drones para lanzar explosivos durante el enfrentamiento.
Según el balance preliminar de las autoridades, 60 de los fallecidos serían integrantes del Comando Vermelho y cuatro policías, aunque no se ha confirmado si los cadáveres recuperados por los vecinos están incluidos en esa cifra, por lo que el número real de víctimas podría ser aún mayor.
Aunque este miércoles el tránsito y la actividad cotidiana comenzaron a restablecerse, la magnitud de la tragedia y las denuncias de abuso policial dejaron una huella profunda en Río de Janeiro, una ciudad marcada por la violencia estructural y la ausencia del Estado en sus comunidades más vulnerables.
