La cuestión del gaucho siempre estuvo presente a lo largo de su vida y, paralelamente a sus inquietudes periodísticas y políticos, José Hernández escribió una de las obras literarias más importantes de la región. En esta obra que consta de dos partes, Hernández introdujo como protagonista al gaucho payador Martín, quien fue obligado a incorporarse al ejército por parte de quienes menospreciaban su existencia, al igual que la del indio. De este modo, víctima de la opresión y la injusticia, Martín huye para convertirse en un gaucho matrero, fuera de la Ley.

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Si bien ya había otros escritores que dieron comienzo al género de la literatura gauchesca, como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi o Estanislao del Campo, fue la obra de Hernández la que logró posicionarse en la cumbre de la literatura argentina, en la segunda mitad del siglo XIX. En sus páginas, el autor expresó la vida del gaucho en el país, su estilo de vida, costumbres y su más profunda cosmovisión, inmortalizándola con notables versos que se perpetuaron a lo largo y ancho de la región hispanoamericana.

Hay hombres que de su cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.

Bien lo pasa hasta entre Pampas
El que respeta a la gente
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos
Cauteloso entre los flojos
Moderado entre valientes

La ley es tela de araña,
en mi ignorancia lo explico,
no la tema el hombre rico,
nunca la tema el que mande,
pues la rompe el bicho grande
y solo enreda a los chicos

El que al mal ajeno se arrima,
o se quema o se le pega.
No hay cosa como la justicia,
ni como Dios no la hay,
porque el hombre la maneja como mejor le parece.

Los hermanos sean unidos,
porque esa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean,
los devoran los de afuera

ImagenDía de la Tradición
Se sabe que la palabra “tradición” deriva del latín “traditio” y del verbo “tradere”, con el significado de “transmitir o entregar”. Así, llegó al español como aquello que pasa de una generación a otra; ese legado que continúa hasta el presente, siempre en permanente construcción y forjando determinada identidad cultural.

En relación con la figura del gaucho, a partir de la cual fue pensado el Día de la Tradición, la obra de Leopoldo Lugones, El payador, fue una gran reivindicación de la literatura gauchesca que muchos abogaron como clave de un tipo de argentinidad. Por supuesto, esto nunca estuvo libre de tensiones. Otros grandes escritores lo han dejado más que claro, como Jorge Luis Borges, que si bien admiraba a Lugones y ese tipo de literatura, también escribió el ensayo “El escritor argentino y la tradición”. Allí aventuraba una propuesta distinta mucho más cosmopolita acerca de las tradiciones, en términos de configuración identitaria (seguramente, no solo literaria) y alejada de una única génesis o canon compartido.

No teníamos más permiso,
Ni otro alivio la gauchada,
Que salir de madrugada,
Cuando no había Indio ninguno,
Campo ajuera á hacer boliadas
Desocando los reyunos.

 


Ilustración: Carlos Roume
Poncho, jergas, el apero,
Las prenditas, los botones,
Todo, amigo en los cantones
Jué quedando poco á poco;
Ya me tenían medio loco
La pobreza y los ratones.

 

La fecha

La celebración del “Día de la Tradición”, instaurada cada 10 de noviembre, se hizo oficial en 1939, cuando el Congreso aprobó la Ley N.º 4756, cuyo autores -Edgardo J. Míguenz y Atilio Roncoroni- reconocieron el pedido de la Agrupación Bases, que expresaba las ideas del periodista y poeta costumbrista Francisco Timpone, para homenajear y celebrar las tradiciones gauchas en la Provincia de Buenos Aires.

Sin embargo, fue más tarde con la Ley Nacional N.° 21.154 de 1975, cuando ya de forma definitiva se consagró aquella fecha conmemorativa para todo el territorio argentino.

A veces decía al volver
Del campo la descubierta
Que estuviéramos alerta,
Que andaba adentro la indiada;
Porque había una rastrillada
O estaba una yegua muerta.


Ilustración: Martín Fierro por Pablo Maciel
Daban entónces las armas
Pa defender los cantones,
Que eran lanzas y latones
Con ataduras de tiento...
Las de juego no las cuento
Porque no había municiones.


Ilustración: Carlos Roume
Y un sargento chamuscao
Me contó que las tenían,
Pero que ellos la vendían
Para cazar avestruces;
Y así andaban noche y día
Déle bala á los ñanduces.