Figura excluyente de la monarquía europea durante dos décadas, Lady Di cuestionó los privilegios de la Corana británica, incluida la de su propia existencia. La soledad e indiferencia del Palacio la hizo caminar por al borde del abismo. La empatía con quienes viven fuera de él la condujo a una popularidad global sin precedentes. El acoso mediático la llevó a una muerte trágica con sólo 36 años.
Por Daniel Giarone
Diana. Diana Frances Spencer. Diana, princesa de Gales. Lady Di. Una mujer que, como cualquier otra, fue muchas: aristócrata, filántropa, esposa, amante, madre; complaciente, revulsiva. Un cuento de hadas con final trágico. Un espejo bruñido que fue perdiendo brillo hasta estallar en el túnel del Puente de las Almas, en París, hace este miércoles veinticinco años. Ícono involuntario de una época. Que viva el rey. Que muera el rey.
El fin de la historia es conocido por todos. El 31 de agosto de 1997, Lady Di tenía 36 años. El auto en el que viajaba junto a su pareja, Dodi Al Fayed, se estrella en la capital francesa. Ambos pierden la vida. También Henri Paul, el conductor del automòvil, quien intentaba escapar del asedio de los paparazzi que acosaban a la princesa a sol y a sombra.
Desde entonces, la muerte de Diana está acompañada por renovadas teorías conspirativas y especulaciones de todo tipo, siempre redituables para buena parte de los medios de comuncación, que parecen no poder prescindir del encanto que aún despierta su figura. Después de todo, Lady Di se había convertido en un personaje global y popular. En el rostro más bello de la monarquía británica (y tal vez de la realeza toda) y también, en el más atroz.
Tenía 16 años cuando conoció a Carlos, príncipe de Gales
Diana Spencer nació el 1 de julio de 1961 en el seno de una casa aristocrática, cuya rama paterna mantenía lazos históricos con la familia real. Su padre, John Spencer, tenía el título de conde y su madre, Frances Ruth Burke Roche, el de vizcondesa de Althorp.
Los Spencer tuvieron cinco hijos: Sarah, Jane, Charles, John (murió poco después de nacer) y Diana. Que esta última no haya sido varón, y negara a su padre un heredero, resultó traumático. Lady Althorp fue tratada en clínicas de Harley Street para determinar cuál era el “problema”. Esto resultó humillante y contribuyó a terminar con su matrimonio con Sir Roche, forjando el espíritu combativo de Diana.
Cuando el conde se volvió a casar, le arrebató a su ex mujer la custodia de la menor de sus hijas. Diana mantuvo una tensa relación con la pareja de su padre, Raine McCorquoadale, condesa de Dartmouth. A tal punto que la llamaba “matón” y, según la prensa británica, cierta vez se cansó de ella y la empujó por las escaleras.
Desde muy joven Diana era incómoda. No se destacó en los estudios, aunque sí lo hizo en el piano y por su “espíritu comunitario”. Disfrutaba de la natación, el buceo, el ballet y el claqué. A los 18 años ya vivía junto a unas amigas en Londres, donde trabajó como niñera, anfitriona de fiestas y asistente en una guardería. Esto último no se condecía con su alcurnia.
En noviembre de 1977, con sólo 16 años, conoció a Carlos, príncipe de Gales, hijo mayor de la reina Isabel II y heredero de la Corona. Él ya había cumplido 29 y salía con Lady Sarah, la hermana mayor de Diana. Pero nada de eso le importó.
Una princesa nacional y popular
Diana y Carlos se casaron el 29 de julio de 1981 en la Catedral de San Pablo de Londres. Se estima que 600.000 personas salieron a las calles de la capital británica para ver a la pareja ir rumbo a la boda y que 750 millones de espectadores siguieron la ceremonia por televisión.
Diana se convertía definitivamente en un ícono mediático. Por entonces era una figura de la moda y el símbolo de la belleza hegemónica. También era la primera vez que un miembro de la realeza se casaba con una mujer que había tenido un trabajo remunerado antes del enlace. El matrimonio tuvo dos hijos: Guillermo y Enrique.
flamante princesa de Gales era tímida, pero amable y carismática. Cumplía con sus “obligaciones reales” y sabía representar a la Reina Madre en el extranjero. Pero su sensibilidad y acercamiento a quienes sufrían comenzaron a contrastar con la asepsia de la Corona. Sus formas, a tomar atajos respecto a los rígidos rituales de la monarquía.
Diana estrecha la mano a enfermos del SIDA, cuando ningún miembro de la familia real se anima a hacerlo. Y los acompaña, como también a quienes sufren cáncer, lepra y alcoholismo. Además, apoya la Campaña Internacional para la Prohibición de Minas Antipersona.
Diana encuentra en los más vulnerables una calidez que contrasta con la frialdad y soledad del Palacio. También “honestidad” y “afinidad”. “Me encontré cada vez más involucrada con gente que era rechazada por la sociedad, como drogadictos, alcohólicos, gente maltratada o apartada, y encontré una afinidad allí. Encontré mucha honestidad en las personas que conocí”, dijo durante una entrevista.
Entre una vida triste, la infidelidad y el acoso mediático
“Cuando nadie te escucha o sientes que nadie te escucha, empiezan a suceder todo tipo de cosas. Por ejemplo, tienes tanto dolor dentro de ti que intentas herirte por fuera porque quieres que te ayuden, pero estás pidiendo una ayuda equivocada”, aseguró durante un reportaje emitido por la BBC.
Diana admitía así el daño que se provocaba. “Así que, sí, me infligí dolor. No me gustaba, estaba avergonzada porque no podía hacer frente a las presiones… Bueno, solamente me lesioné los brazos y las piernas”, declaró.
La vieron llorar “de manera abierta”, sufrir depresión, bulimia. Un escándalo para la familia real, para la aristocracia toda. Cultores de la reserva y la discreción, de la privacidad y la hipocresía, lo que sucedía con la princesa era inaceptable. Y le pusieron etiquetas: “Diana es inestable; Diana está mentalmente desequilibrada”.
La depresión posparto, una vida aburrida y triste, la infidelidad y el desdén de su marido y el acoso mediático conformaban una combinación explosiva. “Bulimia desenfrenada, si es que se puede tener bulimia desenfrenada, y una sensación de no ser buena en nada y ser una inútil. Y desesperación... y fallar en todos los sentidos”. “Y con un marido que amaba a otra persona, sí”, dijo durante una histórica entrevista que le hizo la televisión británica en 1995.
CUATRO DÍAS EN LA ARGENTINA: SOLIDARIDAD, PATAGONIA Y UN PRESAGIO
El 23 de noviembre de 1995 Lady Di inició una visita de cuatro días a la Argentina. Ya estaba separada del príncipe Carlos, aunque el divorcio todavía estaba en camino. Acababa de causar un terremoto en su país. En una entrevista con la BBC lo había contado todo: la depresión, la bulimia, las autolesiones, la traición de su marido, la tristeza de vivir en la torre del Palacio.
Pero en la Argentina fue la princesa Diana que el mundo conocía. Jugó con niños en tratamiento contra la poliomielitis, visitó el Centro Nacional de Rehabilitación, estuvo con los chicos internados en el Hospital Garrahan y concurrió al Hospital de Oncología “Angel Roffo”; visitó Puerto Madryn y tomó el té con la comunidad galesa de Gaiman. Para escándalo de la realeza británica, no usó medias ni guantes, como exigía el protocolo.
Diana también sufrió acoso mediático en la Argentina. La revista Gente alquiló un departamento frente a la embajada británica y la fotografió envuelta en un toallón, mirando sorprendida hacia la cámara, recién salida de la pileta. La publicación puso la fotografía en tapa. El título: “Las fotos secretas”.
Pero no fue el único presagio de lo que ocurriría menos de dos años después. En el segundo día de su visita al país participó de un almuerzo en la Quinta Presidencial de Olivos, que encabezó el entonces presidente Carlos Menem, quien estuvo acompañado por su hija Zulemita. La hija del mandatario contó a la prensa que cuando Diana Spencer vio una foto de su hermano Carlos, muerto en un dudoso accidente aéreo a comienzos de ese mismo año, dijo: “Debe haber sido una buena persona. Dios siempre se lleva a los buenos antes”.
Dos años sería ella quien perdería la vida en un accidente que pudo haberse evitado.
En 1986, cinco años después de haberse casado con Diana, el príncipe Carlos renovó la relación que mantenía con Camila Parker Bowles. “Éramos tres en ese matrimonio, así que estaba un poco concurrido”, dijo Diana a la BBC casi una década después. “El cuento de hadas había llegado a su fin”, añadió.
Se separaron en 1992, poco después de que la ruptura se hiciera pública. El escándalo creció dentro y fuera del Palacio de Buckingham. También en los medios. Los detalles de las desavenencias matrimoniales se dieron a conocer. Las formas y popularidad de Diana irritaban a la reina, que envió una carta a los príncipes “aconsejándoles” que se divorciaran.
El divorcio se consumó en agosto de 1996. Diana perdió el tratamiento protocolar de “su Alteza Real”, pero conservó el título de Princesa de Gales. La primera princesa “no Real” de la historia del Reino Unido, aunque princesa al fin. Incluso tuvo que devolver la “Tiara de los Enamorados de Cambridge”, una de las joyas más hermosas de la Corona que la reina le había entregado.
Pero Diana recuperó la libertad. Y algo de la felicidad perdida durante la década que vivió con Carlos en el Castillo de Windsor.
Una fugaz relación con el cantante Bryan Adams, la posibilidad de filmar en Hollywood con Kevin Costner y sus noviazgos con el cirujano musulmán Hasnat Khan y con Dodi Al-Fayed, hijo del propietario de las tiendas Harrods, además de la estrecha relación con sus hijos, formaron parte de una vida nueva y luminosa. Aunque todo aquello duraría poco. Apenas un año.
“Dios mío, ¿qué ha pasado?”
Diana y su pareja, Dodi Al Fayed, murieron el 31 de agosto de 1997. Habían cenado en el hotel Ritz de París y el auto en el que viajaban se estrelló en el túnel del Puente de la Almas. Con ellos viajaban el conductor del vehículo, Henry Paul, quien también falleció, y el guardaespaldas de la princesa, Trevor Rees-Jones, único sobreviviente de la tragedia.
El Mercedes S280 negro colisionó cuando circulaba a gran velocidad (la investigación posterior determinó que iba entre 126 y 155 km/h cuando ingresó al tunel), perseguido por paparazis que intentaban fotografiar a Lady Di y a su novio. Desde aquel día, la muerte de la princesa de Gales está rodeada de teorías conspirativas e hipótesis de asesinato.
El documental “The Diana Investigations”, estrenado el pasado sábado 27 de agosto por Discovery+, agrega un eslabón más a una cadena ya interminable: Diana le habría dicho a su abogado que algunas personas intentarían “deshacerse” de ella y mencionó la posibilidad de que eso ocurriera mediante un “accidente” automovilístico.
Sin embargo, nada de esto alterará las conclusiones a las que arribó la Justicia británica en la investigación concluida en 2008: Diana murió en un siniestro vial en el que se conjugaron la alta velocidad, el consumo de alcohol del conductor y la persecución de los paparazzi.
Xavier Gourmelon, uno de los integrantes del servicio de emergencia que la asistió en el lugar del siniestro, declaró que Diana “tenía los ojos abiertos y estaba consciente". También que intentó reanimarla, pero que sufrió un paro cardíaco. Antes, la princesa de Gales dijo: "Dios mío, ¿qué ha pasado?". Fueron sus últimas palabras. Y, quizás, un interrogante sobre su propia vida.
EL ACOSO MEDIÁTICO EN PRIMERA PERSONA
El 20 de noviembre de 1995 el periodista británico Martín Bashir la entrevistó en el Palacio de Kensington. El reportaje resultó histórico: la princesa de Gales habló sin tapujos de lo que había sido su vida desde que formaba parte de la familia real y brindó definiciones contundentes y premonitorias sobre el rol de los medios. Aquí lo que dijo sobre estos últimos.
* “Nunca he alentado a los medios de comunicación. Había una relación que funcionaba antes, pero ahora no puedo tolerarla porque se ha vuelto abusiva y es acoso”.
* “Hoy sigo encontrando ese interés excesivo y desalentador, porque en realidad no me gusta ser el centro de atención. Cuando tengo mis quehaceres públicos es normal, entiendo que cuando salgo del coche me fotografíen, pero ahora es también cuando salgo de la puerta de mi casa”.
* “En un día normal puedo ser perseguida por cuatro coches; en un día normal vuelvo a mi coche y encuentro a seis fotógrafos saltando a mi alrededor… Han decidido que sigo siendo un producto, después de 15 o 16 años, que se vende bien. Y todos me gritan y me dicen cosas como: ‘Oh, vamos, Di, mira hacia arriba. Si nos das una buena foto, puedo llevar a mis hijos a una escuela mejor’. Y, ya sabes, puede hacerte gracia, pero eso es lo que pasa todo el tiempo. Es bastante difícil”.
* “Entiendo que tienen un trabajo que hacer. Podrías equipararlo a una telenovela, en realidad. Sigue y sigue y sigue, y la historia nunca cambia. Y cada vez que me divierto, aunque sea en una situación diferente, hay que pagar por ello, porque la gente critica. Pero yo soy un espíritu libre, desafortunadamente para algunos”.