Trabajadores rurales, pequeños productores y personas de las localidades afectadas por los incendios que llegaron al sur de Misiones, se organizan comunitariamente para combatir las llamas que amenazan pasturas, ganado y forestaciones.
Por Julio Mosle
Chacareros que cargan tanques de agua en la caja de sus camionetas, peones que remueven brasas con sus herramientas de trabajo y gauchos que se adentran en los pastizales con un balde de agua al hombro para intentar frenar el avance del fuego en el norte de Corrientes son algunas escenas que se repiten a la vera de las rutas 12 y 118 y en la mayoría de los poblados en torno al humedal de los Esteros del Iberá.
También hay vecinas que cooperan para arriar ganado y protegerlo del fuego que con múltiples focos ya consumió 785.000 hectáreas, el 9% de la superficie de la provincia de Corrientes, declarada ayer "zona de catástrofe ecológica y ambiental" por el gobernador Gustavo Valdés.
Los trabajadores rurales, pequeños productores y vecinos de las localidades afectadas por los incendios que llegaron al sur de Misiones, se organizan comunitariamente para combatir las llamas que amenazan pasturas, ganado y forestaciones.
Se trata de un complemento a la acción central de brigadistas de media docena de provincias y bomberos voluntarios que trabajan coordinados por una fuerza conjunta que integran los Ministerios de Ambiente y Defensa junto a las Fuerzas Armadas, con aviones hidrantes y helicópteros que detectan nuevos focos, y en la que participan las áreas de Defensa Civil de los municipios del norte correntino y equipos contratados por empresas que administran grandes forestaciones de coníferas.
A pesar del despliegue, la voracidad de las llamas y la velocidad con la que el viento multiplica nuevos focos ígneos hacen que cualquier esfuerzo parezca insuficiente, por lo que centenares de vecinos y trabajadores se organizaron en sus propias comunidades para tratar de proteger viviendas y producciones en las que invirtieron años de trabajo y todos sus recursos.
Al sur del campamento de las fuerzas nacionales ubicado sobre la ruta 118, dos focos de incendios avivados por el viento avanzaban en sentido a la vivienda de una familia de pequeños productores agropecuarios que intentaban detener las llamas con baldazos de agua y aplastando las brasas a chicotazos, mientras dos mujeres arriaban el ganado hacia un lugar seguro.
Cuando las llamas estaban a pocos metros de la casa llegó un grupo de vecinos que habían cargado en una camioneta un tanque de agua doméstico de 1.500 litros al que le habían conectado una manguera y con el que improvisaron una suerte de autobomba. Detrás de ellos arribaron a toda velocidad los brigadistas de la provincia de Córdoba alertados de la situación por un hombre que corrió a la base coordinada por las carteras de Ambiente y Defensa.
La escena se completaba con varios vecinos que se internaban en los pastizales cargando baldes para intentar contener el avance de las llamas, mientras uno de ellos luchaba con una bomba y un generador para tratar de abastecerlos con el agua de un pozo lo más rápido posible.
"Siempre hubo incendios en esta zona, pero sólo los habitantes más antiguos recuerdan algún desastre que se parezca a este; muchas familias pueden perder la casa o peor, pueden perder el ganado, las forestaciones o producciones que les llevó mucho tiempo hacer crecer y un dinero del que el fuego no les va a devolver nada", dijo a Télam Jorge mientras intentaba hacer funcionar la bomba.
"Tratamos de ayudarnos como podemos, cuando el fuego llega al campo de uno vamos para allá todos a tratar de apagarlo o si hay que mover algún ganado también vemos cómo podemos ayudarnos", añadió.
A unos metros de allí, Miguel Ángel lamentó las pérdidas: "El problema no es sólo ahora que hay que apagar el fuego, sino volver a poner en pie todo lo que los incendios van consumiendo; muchas familias han perdido miles de metro de alambrados que hay que volver a levantar con precios que están por las nubes".
"Lo mismo pasa con forestaciones que demoran unos once años en ser productivas y que se prenden fuego en un ratito, o con el ganado que no solo se puede perder ahora en los incendios, sino también en las próximas semanas por efectos del calor o en los próximos meses por falta de alimento si no dispone de suficientes pasturas", añadió.
La voracidad de las llamas y la velocidad con la que el viento multiplica nuevos focos gneos hacen que cualquier esfuerzo parezca insuficienteFoto Pepe Mateos
La voracidad de las llamas y la velocidad con la que el viento multiplica nuevos focos ígneos hacen que cualquier esfuerzo parezca insuficienteFoto: Pepe Mateos.
Mientras reparaban un alambrado a la vera de la ruta 12, un grupo de lugareños contó a Télam que algunos de los incendios fueron causados intencionalmente por personas dedicadas al robo de ganado, por lo que durante las últimas noches los propios vecinos organizaron un patrullaje en la zona para evitar esos actos delictivos y proteger a sus animales.
Federico, empleado de una de las empresas que administra forestaciones de coníferas en los alrededores del Parque Nacional Iberá, aseguró a Télam que en la zona todos los emprendimientos forestales trabajan de manera cooperativa frente a la propagación de las llamas.
"Algunos compraron autobombas, otros disponen de cisternas, algunos tienen camionetas y todos tienen personal disponible para combatir incendios; así que cuando el fuego afecta una plantación todos concurren a ayudar porque tenemos claro que las llamas que no se controlan en un punto pueden rápidamente afectar al resto", apuntó.
Todos los vecinos y trabajadores que se sumaron a la lucha contra los incendios coincidieron en que esos esfuerzos no van a ser suficientes para controlar fuegos que se multiplican de manera constante, pero subrayaron que los lazos de solidaridad con los que le disputan las viviendas y cada producción a las llamas van a ser imprescindibles para reconstruir todo lo que estas consuman.