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Osvaldo Bayer (1927-2018) fue un historiador, periodista y guionista argentino. Su nombre quedó ligado a la memoria de los acontecimientos que marcaron el siglo XX en la Patagonia, especialmente por su investigación sobre las huelgas obreras de los años 1920, plasmada en su emblemática obra "La Patagonia rebelde".

En soledad y haciendo un arduo trabajo, en ese libro, Bayer documentó las represiones militares y fusilamientos de trabajadores en Santa Cruz durante las huelgas patagónicas, un episodio que el Estado argentino silenció durante décadas. Su trabajo no solo visibilizó la lucha obrera en el sur del país, sino que también sirvió de base para la adaptación cinematográfica de Héctor Olivera en 1974, que fue censurada y prohibida por la dictadura militar.

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Por su postura crítica y su defensa de los derechos humanos, Bayer fue perseguido y exiliado en Alemania durante la última dictadura cívico-militar. Su legado lo convirtió en una figura central para la memoria histórica y la lucha por la justicia social en Argentina.

¿Qué pasó en la Patagonia en 1920-1921?

Las huelgas de peones ovejeros en la Patagonia ensombrecieron los dos últimos años de la presidencia de Yrigoyen.

Estas huelgas respondían a trastornos en la economía; la guerra había bajado el precio internacional de la lana, único producto de la región.

Los territorios del Sur estaban casi al margen del gobierno central, a pesar de lo cual los presidentes Roca en 1899 y Sáenz Peña en 1912 habían visitado la Patagonia.

Fue precisamente en la parte más austral, en Santa Cruz, donde se desarrollaron las grandes huelgas de peones ovejeros que afectaron a los estancieros locales y a la poderosa compañía de las familias Menéndez y Braun.

Patagonia Rebelde

Se reclamaba un sueldo mínimo de 100 pesos, comida en buen estado, dignas condiciones de higiene, velas para alumbrar en la noche y que las instrucciones de los botiquines sanitarios estuvieran en español en lugar de inglés.

La huelga de los peones en plena temporada de la esquila, en 1920-1921, recrudeció y, a esto se sumó la sospecha de que Chile estaba detrás de los agitadores.

Enterado de la crisis y presionado por Gran Bretaña, que estaba preocupada por las difíciles circunstancias de los compatriotas hacendados en Patagonia, el presidente radical Hipólito Yrigoyen envió en enero de 1921 a Santa Cruz a tropas del ejército al mando del teniente coronel Héctor Benigno Varela con la orden de normalizar la situación.

La represión, encomendada por Yrigoyen al teniente coronel Héctor Varela, tuvo lugar en dos etapas.

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En la primera se llegó a un acuerdo pacifico entre patrones y huelguistas; en la segunda, 1921-1922, los peones ocuparon los establecimientos rurales y tomaron como rehenes a los hacendados o a sus mayordomos.

La represión militar de violencia inaudita estuvo a cargo de dos regimientos de caballería. Varela decretó por su cuenta la ley marcial y fusiló a decenas de huelguistas en las cercanías del lago Argentino y en otros parajes.

Una de las situaciones más sangrientas se vivió en la Estancia La Anita, donde centenares de obreros cayeron abatidos frente a pelotones de fusilamiento.

También se produjo un episodio trágico en los campos del establecimiento ganadero Bella Vista.

Los cadáveres de los 200 peones que resultaron asesinados allí fueron trasladados a una fosa común en lo que hoy se conoce como el Cañadón de los Muertos, cerca de la localidad de Gobernador Gregores.

La intervención de Varela

Entre las 1500 víctimas que aproximadamente dejó el accionar militar en el sur argentino, se encontraban Hugo Soto y Facón Grande.

"Varela comenzó a dar cumplimiento a su bando y una a una fueron recuperadas las estancias. El grueso de los huelguistas, que se había reunido en la estancia La Anita, fue rodeado por las tropas de Varela, quien los intimó a la rendición incondicional.

Antonio Soto, secretario de la Federación, y otros dirigentes les advirtieron a sus compañeros que no se rindieran porque serían masacrados.

La asamblea decidió por amplia mayoría entregarse. Soto por primera vez desobedeció la decisión de la mayoría y decidió partir a Chile con un grupo de compañeros.
Los trabajadores de La Anita que se entregaron, unos 400, fueron despojados de sus pocos bienes materiales por los "defensores de la propiedad privada".

Luego debieron pasar por estrechos corrales donde fueron golpeados, rapados con las máquinas de esquila por la soldadesca y encerrados en los galpones de las estancia.

Allí, sentados espalda contra espalda, cada uno debía sostener una vela encendida para su mejor vigilancia.

A la mañana siguiente fueron obligados a formar en dos largas columnas. Varela en persona acompañado de los estancieros y miembros de la Liga Patriótica identificaban a los delegados de estancia.

A los delegados identificados, a los sospechosos, a los no simpáticos o no del todo complacientes, a los que les debían más de tres meses de sueldo, todos ellos cayeron bajo las balas del Regimiento 10 de Caballería comandado por Varela, quien previamente les hizo cavar a cada uno su propia tumba.

En total fueron salvajemente fusilados en todo el territorio de Santa Cruz unos 1.500 trabajadores."