Una de las mesas del viejo López

Por: Rubén "Conejo" López  (Texto de 2017)
Fruto de la inmensa cantidad de afecto y palabras de agradecimiento por el relato anterior: YO SOY CUTRAL-CÓ…SOY SU HISTORIA, me dispuse a encontrar algunas anécdotas, ocurrencias y semblanzas de la querida Confitería SAYONARA que cumpliría el próximo 23 de diciembre 50 años desde su inauguración, y con la pretenciosa intención de provocar en los amigos lectores la misma sensación de emociones que consiguió la narrativa de referencia, pero agregando una dosis de humor y solo con ese espíritu, pongo a vuestra consideración algunas de ellas e invito a todos los que conformaron ésta gran familia a levantar las copas y hacer un brindis en las fiestas que se avecinan por los que están y los que han partido de gira, ya que entre todos hemos sido artífices y protagonistas de una parte importante de la historia social de dos pueblos: Cutral-Có y Plaza Huincul, a los cuales muchos dieron por desaparecidos y hoy están más fuertes y orgullosos que nunca. Una vez escuché decir que las lágrimas de risa o de alegre emoción cicatrizan las heridas del alma, ojalá pueda alcanzar ese objetivo y perdón por los olvidos. Ahí van:

(Foto.- Una de las mesas del viejo López)

Whisky on the rocks

Corrían los fines del año 1967 y estaba todo dispuesto para que Confitería SAYONARA abriera sus puertas a la comunidad toda. José López titular de aquel local que con características inéditas para la época, quería que la atención de las mesas fuera desplegada por señoritas y ya en aquel momento era difícil conseguir mozos varones en la comarca, imaginen cuanto se complicaba reclutar chicas, que no entendían muy bien como era el manejo de la atención a clientes y destreza con la bandeja. Hago un paréntesis y me permito una licencia: Por respeto a todos los hombres y mujeres que trabajaron con tanta pasión, dedicación y amor, y que lograron que éste lugar es, fue y será muy querido y recordado por muchísimos habitantes de Cutral-Có y Plaza Huincul, me voy a abstener de dar nombres del personal que allí se desenvolvió, porque seguramente dejaré de lado a alguno de ellos y sería para mí un imperdonable olvido. Recuerdan algunos parroquianos el sentido de pertenencia que sentían cuando ingresaban al local y que no han vuelto a percibir en otros lugares, agregan además que nunca han vuelto a degustar las hamburguesas que allí se servían. Dicho esto, avanzo contándoles que era una época de varias empresas petroleras extranjeras y con un YPF radiante y generoso, con un derrame interesante de efectivo, que le daban al lugar el atractivo necesario para que llegaran hasta aquí muchos trabajadores con ilusiones de todo tipo, pero también recalaban los famosos “buscas porteños” o “berreteros” que vendían juegos de ollas, pavas, cacerolas, etc, que cuando las colocabas sobre la hornalla o lo llevabas al horno, era muy probable que perdieras el fondo de las piezas adquiridas. Ellos se instalaban durante largas horas, desayunaban, almorzaban y en las tardes-noches venían por un trago. Dando cuenta de su acento arrabalero ingresó uno de ellos, se acercó a la barra y preguntó: ¿dónde se llueve? Acá no se llueve nunca le contestamos y con una sonrisa socarrona de “piola” continuó: ¿dónde está el biorci, el ñoba? Ahora si le entendimos e indicamos el lugar que buscaba. Quienes visitaron la confitería recordarán que ocupaba una vereda que daba a la avenida Roca y continuaba a la vuelta por la calle Sarmiento. Bien, “el berretero” mencionado se sentó en una de las mesas con vista a la calle Sarmiento y ante la pregunta de la moza: ¿Qué se va a servir? Un whisky en la roca respondió (así rebautizaron los porteños al whisky “on the rocks” de los yankees). Ella partió hacia la barra y pide: Un whisky, y vuelve rauda con el vaso con la bebida sobre la bandeja; llega a la mesa, mira al cliente y le dice muy oronda: Señor se va a tener que cambiar de mesa. ¿Porqué? gritó el porteño molesto. Porque acá estamos en la Sarmiento y usted lo pidió en la Roca, le contestó enojada y con gesto desafiante. El hombre estalló con una risotada irónica ante la inocente mirada de la señorita, que no entendía la reacción del ocasional visitante.


El Chuby Vazquez en los 70’

Había mesas que tenían ya su reserva en los distintos horarios. La mesa de “los vagos”, la del viejo López con “el negro” Gonzalez de Dahomey, el ingeniero Tissera, “el negro” Bognani, Ramón Berbel, “chiche” Galán, el “pelado” Sauco, “el gordo” Sava, Salinas de canal 3 Superama, la del Rotary, la de Olga Lione, la de las hermanas Laz y sus amigas, la de la “coca con fernet” del “caqui” y “el flaco” Sassi, “jolincho” Cánova, “cachila” Altamirano, “cali” Rodríguez, “pluto” Muñoz, “chalo” Cortéz, Jorge Marín, “pancho” Fuentealba, la de los Viking’s, la de “tito” Parra con “palanca”, Marcelo y Rolando Michel, “toto” Villar, “tulo” García y “el oreja” Muñoz, la del “negro” Ducás y su familia, la de Mancini y su “tres plumas” en taza y plato de té, la de Luna Pinto y su trago largo de boca ancha con ginebra y Seven Up, la del “pelado” Lúpica, Nestor Catalá y “narigón” Vega, la de Catalino Alfonzo y su “chofitol”, la de Carlitos Almendra y la coca con limón, la del “cando” Betancur y la barra de Supe, la de los que se hacían “la rata” en las escuelas, la de las distintas parejas que iniciaban sus noviazgos, la del “compadre” Cabrera, la de los muchachos del correo, la de la barra de “quique” Saez y Eliseo Barrera, la de Carlitos Lillo y los hermanos Barrera, la de Guido Ferracioli con Enrique Lusmer, “el cabezón” Vizca, Carlitos Villafranca , la de los hermanos Mazieres, Oscar Ordoñez, Bodart y Horacio Lava, la del “oso” y el “mono” del parque, la de “los burreros” y muchas otras mesas que se van olvidando. Mientras en el tocadiscos una púa taladraba el disco de vinilo de Los Gatos haciendo sonar “La Balsa”, lustrabotas con tinta, pomada y cera, pa’ que la mina lo quiera, canillitas que pregonaban el Río Negro y el Sur Argentino, el atrevido “chirulilo” con su dicho: “no sé si te va a gustar”, un desafinado Sandro que cantaba por las calles de ciudad, Carlitos “Menotti” vendiendo su rifa que no sorteaba nada, gambeteaban las pesadas mesas de SAYONARA. Un cuaderno servía para ir anotando en cuentas individuales, cuando los muchachos no tenían dinero y alguna vez para hacer una “jodita” lo hicieron desaparecer. A los pocos días Doña Sara, mi hermosa viejita que supervisaba alternativamente la panadería y la confitería con una memoria prodigiosa, empezó a convocar a cada uno de los deudores agregando algunos pesos más a la cuenta de cada uno de ellos y en seguida resolvieron como por arte de magia, hacer aparecer el cuaderno en cuestión para evitar los punitorios.

La mesa de los vagos tenía dos horarios: el primero de las 14 hs hasta las 16 hs aproximadamente y luego desde las 23 hs hasta lo que dé a bohemia pura. Esa mesa tenía como habituales concurrentes a Ramoncito Villar, Julito Hernández, “querido” y “chuleta” Mellado, “pistola” Durán, “vasquito” Elizondo, “oso”Narambuena, “el totuer” Sandoval, “el bahiense” Arellano, Oscarcito Verdugo, “gaba Astigarraga”, “sanputa” Rubio, Pedrito Azua, “triky” Angelillo, “el sucio” Vanoli, Ricardito Durand, “truchón” Ocejo, “el chancho”, “el pelado” y Horacio Grittini, Ceferino Chandía, Oscar Cremona, los hermanos Tolosa, “fugitivo” Díaz, Ceferino Giufrida, ”chicato” Blanco, “cachi” García”, “el chancho” Cofré, Jorgito Y Ricardo Fuentes, “pájaro” Garro, “flecha” Salas, “jovito” Cabrera (espero que no se enoje por mencionarlo), “chamizo” Rivas, “cordobés” Gutierrez, “pata” Durán, “churrinche” Pompilio, Horacio Mañueco, Anibal Mérida, Juan Carlos Fieg, Roberto Abarzua, “el gordo” Francesco, Jorgito Muñoz, Remigio Fuentes, “bichito” Aravena, Carlitos Caso, “tito” Etchevets, “gringo” Alessandro, Mario Lui, Osvaldo Van Gelder, “negro” Sosa, “petiso” Carballo, “rita” y “chango” Troncoso, “potro” Araoz, “negro” Rodrigo, “manzanita” Paternitti, Carlos Rosso, Hugo Gonzalez, “el gordo” Alonso, “chango” Sebastian, Sergio Calantoni, “coco” Miralles, Jorge Iturbe, Jorge Castañón, ”el pelado” Alberto, “colorado” Ferrari, “monito” Parra, “Carly”, “tito” y “buenacho” Herrera, “gaucho”, “zoca” y “abuelo” Chandía, “pepe”, Aldo y Miguelito Penna, Jorge y Daniel Casales “los catraca” Abarzua, ”turco” Abraham, Jorge Tojo, Carlitos Videla, Delfín y Pedrito Suriani, Julio Ventura, Osvaldo Verdeccia, “chumingo” Contreras, “el húngaro” Rozsas, “pajarito” García, “el oso” y Antonio Bernardo, “paco” Vidallé y el “chuby” Vazquez, todos ellos eternos y fieles amantes del dios escoses sin pollera, encarnado en éste caso en el medio Whisky en trago largo (lo de medio era una sutil mentira ya que era un vaso fino pero bien largo con una medida entera bien generosa del etílico).

Ramoncito, Chango Sebastián y el Chuby escapaban a la regla del trago largo y lo preferían en vaso ancho, con hielo y agua, el primero Premiun etiqueta negra y después el que pinte. Una noche cualquiera de los años 70’ cerca de la medianoche, mientras Nilo preparaba su “órgano de los mil sonidos”, irrumpen policías y militares en un operativo de rutina a pedir documentación que acreditara identidad y en la búsqueda nunca sabíamos bien de quién, épocas de persecuciones, dictaduras, secuestros, litigio con Chile, etc . Había que apagar la música y prender todas las luces que hubiera en el salón. En aquellos años no existían limitaciones para fumar dentro de los locales, imaginen ustedes que aquello era lo más parecido a Londres por la espesa neblina del humo reinante. Un edicto policial formaba parte de la escenografía frente a la caja y a la vista de todo el mundo e informaba la prohibición del ingreso de menores después de las 22 horas y de expender bebidas alcohólicas a menores de 18 años a toda hora.

Siguiendo con el relato, dos uniformados de gran porte se pararon frente a la mesa de los vagos y comenzaron con su labor, uno de ello se para frente al Chuby y con voz firme y gruesa le solicita: Documentos. “El Chuby” apretó fuerte su vaso de Premiun con sus dos dedos exteriores contra la mesa y con el índice hizo girar los rolitos de hielo y le pregunta con la mirada agrietada y la garganta con arena: ¿A treinta…sesenta…. o noventa días? Cinco segundos después al Chuby lo llevaban “en andas” los dos vigilantes con destino a la comisaría de Cutral-Có por desacato a la autoridad.

Los más chicos también tenían su espacio.

La mesa del ROTARY

Los integrantes de ésta mesa habían comenzado a concurrir ni bien inaugurada la confitería a tomar un cafecito en el horario de la siesta: Rubén Ascenci, Celio Marcos, Alcides Valentini, “el bocha” Blanco, Nuncio Cala Lesina, Aldo Molina, Mario Martinic, Juan Carlos Casares, Miguel Garay, Elvio Arciero, Moisés Knisnik y el inefable Alfredo Sabattini que le ponía la dosis de humor a esas mesas un tanto acartonadas, pero muy interesantes por los temas que proponían a diario Knisnik o Martinic alternativamente. Con el paso de los años trasladaron el horario de reencuentros a las 8,30 hs de la mañana hasta las 10 hs aproximadamente, haciendo una especie de doble desayuno liviano. Cada uno de ellos presentaba alguna particularidad que lo distinguía, pero recuerdo uno en especial. Don Arciero solicitaba un café corto (3/4 de pocillo bien fuerte) y una medialuna dulce, ante el primer mordisco a la factura, llamaba a Tina (hago la excepción de nombrarla porque ella fue una hermana para mi) y le decía: Esta medialuna tiene gusto a huevo, cámbiela por favor. Así fueron pasando los días, se repetía la escena y Tina se ponía fastidiosa, entonces me pregunta que podíamos hacer, le sugerí que le comentara a Elvio que las facturas se hacían con huevos y que antes de entrar al horno además se pintaban con ese producto, pero no le satisfizo la explicación que le dimos y continuaba con su postura, hasta que un día ante la queja, Tina se paró frente al demandante, miró a todos sus compañeros de mesa y le sentenció en voz alta y clara: “Don Arciero si no quiere sentirle más gusto a huevo a la medialuna, le sugiero que en el trayecto de la óptica hasta la confitería no introduzca sus manos en los bolsillos”. Explotaron las risas cómplices de toda la mesa y nunca más tuvimos un reclamo.

Los más chicos también tenían su espacio.
Pero lo más gracioso que escuché en la mesa del ROTARY, cuando don Alfredo Sabattini les relató a sus contertulios el día que Aldo Molina fue por primera vez a un asado que todos los miércoles deleitaban en el quincho de don Américo Verdenelli. Presentación protocolar y cada uno se iba encargando de anunciarle la habilidad que tenía Alfredo para adivinar la edad de las personas y le insinuaban que le pidiera que le enseñara el truco. No bien comenzado el deguste, Aldo lo encara y le solicita que por favor le adivinara la cantidad de años que él tenía, mientras Alfredo que tenía toda la biografía completa del primerizo, le contesta: a ver, a ver, vos tenés exactamente 48 años. Con admiración y un montón de dudas, reclama que le enseñe la magia a lo que el adivinador se niega sistemáticamente. Cuando llegaron al postre, Aldo le pide casi paternalmente: ¿Alfredito cuénteme como hizo para acertar mi edad? Hizo una pausa el gran heladero, lo miró con lástima y le sugirió desenmascarar el truco a cambio de la promesa de no revelar la solución. No, no, quédese tranquilo prometo no correr el velo del acertijo, insistió Molina. Bueno mirá se trata de una simple operación matemática, yo tengo un hermano que es medio “pavote” y tiene 24 años, vos tenés 48 años con total seguridad. Durante meses y en cada cafecito compartieron con alegría la anécdota con Aldo.
Como en la primera narrativa le tomé prestado el título a uno de los escritos que me regaló don Alfredo, Semblanzas de SAYONARA también corresponde a un poema que él les regaló a sus camaradas y aprovecho para mandarles un mensaje a los amigos concejales de Cutral-Có: ¿Para cuándo una arteria con el nombre del Señor ALFREDO SABATTINI?
Cuántas cosas que quedaron
en tus mesas retratadas.
Cuántas cosas se borraron,
son páginas olvidadas.

La tertulia se termina,
hay que ir a laburar.
Tina espera “la propina”
y a vos te toca pagar.

SAYONARA…a vos también
tus tiempos te hicieron triste,
te sacudió el vaivén
de cosas que ya perdiste.

Me gustaría quedarme,
y que el tiempo no pasara,
y de tus ecos llenarme:
Mi querida SAYONARA.
Soy Rubén “conejo” López y es Septiembre de 2017.