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En su mensaje por la celebración de la Pascua, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, expresó su preocupación por los despidos que se vienen registrando en los últimos días en el país y pidió que no “nos gane la globalización de la indiferencia” ante la situación de crisis.
“Hemos recibido últimamente en la Conferencia Episcopal grupos diversos de personas que quedan sin trabajo, gente que queda como al costado del camino. Es tremenda esta herida. El día que nos gane la globalización de la indiferencia, el día que se nos endurezca tanto el corazón, que no tengamos sensibilidad para estos hermanos y hermanas que quedan sin trabajo, es ese día no nos podemos llamar cristianos”, dice el video mensaje de Ojea, difundido este sábado.
El día que se nos endurezca tanto el corazón, que no tengamos sensibilidad para estos hermanos y hermanas que quedan sin trabajo, es ese día no nos podemos llamar cristianos”.
MONSEÑOR OSCAR OJEA
Y agrega: “Ese día vamos a decir nos ocupamos solamente de nosotros mismos y los demás ¿qué importa? Pidámosle al Señor esta gracia descubrir con una imaginación nueva la caridad cristiana. Siempre la Pascua nos da una nueva creatividad para poder crecer en el amor, para poder crecer en la caridad”.
En otro tramo del mensaje, monseñor Ojea expresa que “los frutos de la Pascua son la paz y la alegría que trae Jesús resucitado, pero la paz además de ser un don es una tarea; la paz se construye, no es un producto industrial, es artesanal”. “Se construye con el trabajo de cada día, con la vida de cada día, la cercanía, la entrega, y se construye con la solidaridad. Cuánta falta nos hace en este tiempo de emergencia, en este tiempo de crisis, en donde cuesta tanto la vida de cada día, ¡cuánta falta nos hace la solidaridad”, dice en su mensaje pascual.
Un Vía Crucis por los dolores de los argentinos
También el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, expresó en la noche del viernes santo su preocupación por la situación social que atraviesa el país.
Al encabezar el tradicional Vía Crucis por las calles de la ciudad de Buenos Aires y que culminó en Plaza de Mayo, el arzobispo porteño expresó su deseo de que “nos animemos en serio a que nos duela el dolor de los hermanos”.
En un mensaje que compartió frente a la Catedral, García Cuerva habló de “la cruz por perder un ser querido, la cruz porque ves que la jubilación no te alcanza y tenés que comprar un remedio, la cruz de estar muy solo porque te sentís casi abandonada hasta por tus propios seres queridos. Las cruces de la injusticia, cruces personales que cada uno carga y sabemos cuánto duelen, pero también cruces colectivas, cruces de todos”.
“Este vía crucis se llama ‘el vía crucis de la ciudad’ y sabemos que en nuestra ciudad hay muchos hermanos crucificados. Hermanos crucificados víctimas de la trata de personas y de la prostitución, hermanos crucificados víctimas del narcotráfico, víctimas de ese tráfico, de ese veneno que les meten a nuestros pibes, los mercaderes de la muerte”, expresó el arzobispo porteño.
Que me duela el dolor de los que están en la calle, que me duela el dolor de los pibes que parecen tener su futuro determinado con la letra C de la calle, de la cárcel o del cementerio”.
JORGE GARCÍA CUERVA
En el mensaje, García Cuerva propuso que “la ciudad nos duela, que la Argentina nos duela, que el mundo nos duela. Porque el único modo de revertir la cultura de la indiferencia es que me duela el dolor de mi hermano, que me duela el dolor quizá de las víctimas de la guerra que ni conocemos, pero sabemos que son nuestros hermanos”.
“Que me duela el dolor de los que están en la calle, que me duela el dolor de los pibes que parecen tener su futuro determinado con la letra C de la calle, de la cárcel o del cementerio. Que me duela el dolor de mi Argentina y de la crisis económica que hace varios años venimos arrastrando. Que me duela el dolor de los abuelos que están solos o de los jubilados que no llegan a fin de mes y no compran sus remedios”, añadió.
“Lloremos el dolor de los hermanos y abracémoslos fuertes frente a la cultura de la indiferencia, la cultura del encuentro y de la solidaridad. Porque tenemos la certeza que no está todo perdido. Jesús venció a la muerte para siempre y si tengo mis ojos limpios por las lágrimas posiblemente vea que la tumba está vacía, que Jesús está vivo y que en el rostro de cada hermano con el que me encuentro, Él allí está”, concluyó.