Por: Mario Bustos
Militante PJ Neuquén
El peronismo de Neuquén está viejo, pero no obsoleto. Son los mismos apellidos hace veinte años, los mismos que ya dieron todo lo que tenían que dar. Y cuando hubo que ir a fondo, no lo hicieron. Se perdió la calle, los barrios, las juventudes. Se volvió un partido cerrado, desconectado de las necesidades del pueblo.
No se trata de abrir el partido en horario de oficina y esperar que quienes más sufren pidan una audiencia, sino más bien abrirlo y llenarlo con contenidos.
El peronismo tiene que estar donde está el pueblo: en los barrios postergados, con los trabajadores, con los humildes. Como decía Evita: “Donde hay una necesidad, nace un derecho”. Y ese derecho no se defiende desde un escritorio, se defiende con el cuerpo y con decisión política.
Estas elecciones del 26 de octubre son cruciales. Está en juego el futuro de la Argentina, y Neuquén no es una isla. Hay dos escenarios posibles:
1) Milei saca los legisladores que necesita para avanzar con sus reformas crueles.
2) El pueblo le pone un freno en las urnas.
Por eso es fundamental que los dirigentes sean conscientes, generosos, y tengan la grandeza de dar paso a nuevas generaciones. Y esa renovación debe ser real, no una trampa para dejarle el lugar a una hija, un sobrino o algún pariente. Eso no es renovación, es perpetuación.
Hay ejemplos concretos de la dirigencia que viene. César Godoy, de la UOCRA, está en el territorio, defiende el trabajo, se planta cuando se quieren vulnerar derechos. Ese es el camino. No el de quienes se vendieron y se fueron con Rolando Figueroa, un gobernador de derecha alineado con Milei, que reprime a los que piensan diferente o reclaman lo justo, ejemplo comunidades mapuches, mientras traslada medio gabinete a la Expo Rural en Buenos Aires.
Como lo dicta la historia, el Peronismo, debe volver a estar del lado del pueblo.
Renovar no es una opción: es una necesidad histórica.