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Para distinguir si un niño es simplemente inquieto o si podría tener TDAH, es fundamental observar la duración, intensidad e impacto de sus comportamientos. No toda distracción o movimiento constante es señal de TDAH; la inquietud es una característica natural de la infancia. Sin embargo, cuando estas conductas son persistentes, interfieren significativamente con el desarrollo o el funcionamiento diario en múltiples entornos (como el hogar y la escuela), y no se explican por otras condiciones, podría ser una señal de alerta.

Inquietud vs. TDAH: las diferencias clave

La principal distinción radica en cómo el niño se adapta y se autorregula.

Inquietud habitual: Un niño inquieto puede ser muy activo, pero generalmente logra adaptarse a las normas y el contexto. Su inquietud suele estar vinculada al juego, la curiosidad o el deseo de explorar, y no le impide aprender o relacionarse de forma funcional.

TDAH: En el TDAH, la dificultad para tolerar límites, mantener la atención en tareas no atractivas y autorregularse en función del contexto es persistente y genera un malestar significativo. Esto impacta negativamente en áreas como el rendimiento escolar, los vínculos sociales y la autoestima.

18 Señales de Alerta a Considerar

El TDAH se caracteriza por dos grupos principales de síntomas: inatención e hiperactividad-impulsividad.

Síntomas de inatención:

Dificultad para prestar atención a los detalles: Comete errores por descuido en tareas escolares o actividades, incluso si conoce la consigna.

Problemas para mantener la atención: Le cuesta concentrarse durante juegos o actividades, especialmente si no son estimulantes.

Parece no escuchar cuando se le habla directamente: Da la impresión de estar desconectado o ausente.

No sigue instrucciones y no termina tareas: Abandona actividades sin completarlas sin una razón clara.

Dificultad para organizar tareas y actividades: Tiene problemas para planificar y ejecutar actividades, afectando su eficiencia.

Evita o rechaza tareas que exigen esfuerzo mental sostenido: Muestra resistencia ante actividades como estudiar o leer textos largos.

Pierde objetos necesarios para sus tareas: Extravía con frecuencia útiles, juguetes o libros.

Se distrae con facilidad por estímulos externos: Cualquier sonido o movimiento puede interrumpir su atención.

Es olvidadizo en las actividades diarias: Olvida rutinas, encargos o citas frecuentes.

Síntomas de hiperactividad e impulsividad:

Mueve en exceso manos o pies, o se retuerce en el asiento: Le cuesta permanecer quieto.

Se levanta cuando debe permanecer sentado: Deja su asiento en clase o durante la comida.

Corre o trepa en momentos inapropiados: Realiza estas acciones en contextos donde son inadecuadas o peligrosas.

Le cuesta jugar o participar de actividades en silencio: Su juego es ruidoso, impulsivo o disruptivo.

Actúa como si estuviera impulsado por un motor: Se muestra en constante movimiento.

Habla en exceso: Tiene dificultad para controlar la cantidad o el volumen de su voz.

Responde antes de que terminen la pregunta: Interrumpe o anticipa respuestas.

Tiene dificultad para esperar su turno: Muestra impaciencia en juegos o conversaciones.

Interrumpe o se entromete en lo que hacen los demás: Se mete en conversaciones o juegos ajenos sin registrar las señales sociales.

¿Cuándo consultar a un profesional?

Es recomendable buscar orientación profesional cuando:

Algo en la conducta del niño llama la atención de manera persistente.

La escuela o profesionales de otros entornos señalan dificultades continuas en la atención, conducta o aprendizaje.

Los comportamientos mencionados anteriormente se presentan de manera constante, en distintos entornos y tienen consecuencias negativas significativas para el niño.

Un diagnóstico de TDAH es clínico y debe ser realizado por profesionales capacitados a través de entrevistas con la familia y el niño, observaciones del comportamiento y escalas validadas. No existe una única prueba concluyente.

La importancia del contexto y el abordaje integral

Los especialistas enfatizan que el diagnóstico no debe disociarse del contexto vital del niño. El entorno familiar, escolar y social puede amplificar o moderar las manifestaciones de un temperamento. Por ejemplo, un niño muy activo en un ambiente con mucha actividad física podría adaptarse mejor que el mismo niño en un entorno con poco espacio y muchas demandas de quietud.

El tratamiento del TDAH debe ser siempre interdisciplinario y personalizado, incluyendo intervenciones psicoterapéuticas, educativas y, en algunos casos, farmacológicas. El objetivo es acompañar al niño a desarrollar herramientas para el autocontrol y a reconocer sus síntomas, fortaleciendo su conciencia y capacidad para volver a focalizar la atención. El diagnóstico no define la personalidad del niño ni su futuro; con el apoyo adecuado, es posible asegurar un desarrollo integral y pleno.