El gasto que insumió el evento deportivo más importante del mundo en el primer país del Golfo Pérsico fue el mayor de la historia del evento, casi 15 veces más de los US$14.200 millones de Rusia 2018. Especialistas remarcaron que el país que gane el Mundial podría recibir un fuerte impulso económico.
Por Nahuel Londeix - Télam
El partido de este domingo entre la Argentina y Francia le dará el broche final al Mundial de fútbol de Qatar, un evento que no sólo movilizó las pasiones de millones de personas a lo largo del mundo, sino que también representa un fuerte impacto económico en el primer país del Golfo Pérsico que lo alberga.
La expectativa de Qatar, un pequeño país de menos de 12.000 kilómetros cuadrados cuyo fuerte se encuentra en sus reservas de gas, es que el Mundial le permitirá ingresar US$ 17.000 millones a su economía, algo menos de los US$ 20.000 millones que estimaba en un inicio.
Pero el de este año no escapa a una de las reglas de los mundiales: por lo general y en un principio, suelen ser ruinosos económicamente para los organizadores, con excepción - en la historia reciente- de Alemania 2006 y Rusia 2018.
Las ganancias de Qatar 2022 solamente permitirán cubrir, de cumplirse con las previsiones, menos del 10% de la inversión de US$ 220.000 millones para albergarlo, según datos recopilados por la agencia de noticias Bloomberg.
El gasto que insumió el Mundial para Qatar fue el mayor de la historia del evento que comenzó en 1930, casi 15 veces más de los US$ 14.200 millones de Rusia 2018.
Sin embargo, pese a que a que a corto plazo le implicará al emirato una pérdida, los beneficios a largo plazo podrían ser superlativos.
De US$ 220.000 millones que gastó desde que fue elegida como sede en 2010 - cifra que representa más de un Producto Bruto Interno (PBI) de Qatar, calculado en US$ 180.000 millones en 2022-, sólo US$ 6.500 millones se destinaron a la construcción de siete estadios y la remodelación de uno. El resto fue insumido para construir cientos de hoteles, remodelar 1.000 kilómetros de rutas y autopistas y construir vías férreas, toda una infraestructura que quedará para el país luego del último silbato.
Un ejemplo es la ciudad residencial y comercial de Lusail, a 23 kilómetros de Doha, construida prácticamente desde cero alrededor del estadio homónimo, o el propio metro de la capital, cuyos 76 kilómetros fueron construidos en sólo nueve años.
La idea es, al fin y al cabo, visibilizar a Doha y alrededores como un centro para el comercio y el turismo, intentando reducir la fuerte dependencia de los hidrocarburos, lo cuales representan mas del 60% de su PBI y 70% de los ingresos del Estado.
En el caso del turismo, por ejemplo, la intención es llevar los dos millones de visitantes anuales de 2019 a seis millones para 2030.
Por lo pronto, las expectativas para el Mundial no se cumplieron: de los 1,2 millones de visitantes previstos, sólo 765.000 llegaron en las primeras dos semanas del Mundial.
Sportwashing, sobornos y una política negativa de DDHH: la imagen de Qatar frente al mundo
Presentarse como una vidriera al mundo, sin embargo, puede ser un arma de doble filo para Qatar ya que no siempre estar en el foco puede representar una mejor imagen. El país que fue acusado de "sportwashing", es decir, de usar el deporte como forma de limpiar su imagen frente al mundo, especialmente en lo concerniente a su política de derechos humanos.
Además del Mundial, Qatar también fue cuestionado por esta práctica a partir de inversiones en clubes europeos como el Paris Saint-Germain (PSG), o en otros deportes como la Fórmula 1, donde firmó un contrato con Liberty Media para hospedar un gran premio por diez años.
A los 6.500 obreros de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka que murieron en los preparativos del torneo al ser sometidos bajo el estricto sistema laboral kafala - según un informe del periódico británico The Guardian junto con organizaciones no gubernamentales- ,se le suma las sospechas por presuntos sobornos para convertirse en sede y los cuestionamientos por el trato desigual hacia las mujeres y la discriminación hacia la comunidad LGBTIQ+ en un país donde la homosexualidad es considerada un delito.
Por otra parte, existe la duda sobre si la infraestructura de Qatar no quedará sobredimensionada hacia el futuro, pues la misma se preparó para recibir 1,2 millones de visitantes, más de la mitad de su población de 2,8 millones de habitantes. Lo mismo puede decirse de los estadios, donde el equipo más importante de Qatar (Al-Saad), suele reunir a 1.500 espectadores, una ínfima parte de los 80.000 que puede alberga el estadio Lusail, cuya capacidad será reconfigurada a 40.000 asientos luego del evento.
Si bien uno de los estadios, el 974 Stadium, ya comenzó a desmontarse al haberse realizado en base a containers, Qatar deberá encontrarle un destino al resto de los estadios y seguir pagando por su mantenimiento.