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Por: Bocha Benedetti
Nació el día 13 de enero de 1922 en Messina, provincia de Sicilia, Italia. Sus padres fueron Sebastián Galbato y Carmen Real; el es el segundo de los seis hermanos y el mayor de los varones. Lina, Vicente y Carmelo nacieron en Italia. Sebastián tuvo un gran protagonismo en la creación del club Los Petroleros, como jugador y dirigente nació en Buenos Aires. Olga y Teresita en Plaza Huincul.

En el año 1931, la familia Galbato, como muchos inmigrantes de esa época, deciden dejar Italia que acechada por la terrible guerra y así se embarca en el buque Mendoza, en busca de la tan anhelada paz en tierras de América del Sur, y después de una larga travesía llegaron al puerto de Buenos Aires y se instalaron en la calle Tucumán y Paraná de Capital Federal, donde su papá abrió un local de reparación de calzado, oficio que traía de Italia.

Después de cinco años, la familia Galbato se traslada a Plaza Huincul en busca de un mejor porvenir, Carmelo tenía 13 años, y allí en la tierra del petróleo terminó los estudios primarios, cursando 6º grado de la Escuela Nº 22 José de San Martín.

Luego de una breve incursión en la escuela fabrica, descubre su pasión por los fierros en el taller mecánico de la agencia Ford de Toribio Otaño y el socio de este, el ex corredor de Turismo Carretera, Rogelio Di Luigi. Carmelo se pasaba horas en el taller, era la época de “el negro” Félix Heredia de General Roca, “el indio” Arturo Krusse de Zapala y Esteban Fenardino (padre) de Coronel Pringles.

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A los 22 años regresó a Buenos Aires quedando su familia en Plaza Huincul. Trabajaba en soldadura y mecánica en general. En 1950 instala su propio taller arreglando coches particulares; al entrar y conducir el auto del piloto de T.C. Adolfo Sogolo comenzó su pasión por el automovilismo y así inicia su extensa trayectoria. Donde corrió más de 200 carreras, llegó en varias, como así también numerosos abandonos, pero también excelentes éxitos. Como el 19 de marzo de 1961 al mando de un coupe Ford consiguió su primer triunfo en el autódromo. El 3 de abril de 1966, con una coupe Ford con motor f-100 triunfo en la vuelta de Necochea, con un promedio record de 211 Km/h.

El 26 de septiembre de 1967, con un Falcon con motor F-100, triunfó en el autódromo de la ciudad de Buenos Aires y finalmente el 22 de septiembre de 1968, también con el Falcon motor F-100, gana muy cerca de su Plaza Huincul querido; en la ciudad rionegrina de Allen.

También obtuvo una descollante actuación en Alemania, en las 84 horas del mítico circuito de Nürburbing; donde la misión argentina era integrada en el: Torino Nº1, Luis Di Palma- Cacho Fangio; Torino Nº2, Gastón Perkins- Eduardo Rodríguez Canedo y Jorge Cupeiro; Torino Nº 3, Eduardo Copello Enrique Rodríguez Larreta (Larry) y Oscar Mauricio Franco.

Este equipo de gran calidad conductiva y humana estaba al mando de nada menos que de Juan M. Fangio, quíntuple campeón mundial y un talentoso e ingenioso joven como Oreste Berta...
Carmelo Galbato era todo un personaje, siempre alegre, con un chiste a flor de boca, aparte de buen amigo, ya que nunca se olvidaba de ellos, principalmente los de Plaza Huincul, que en los periódicos viajes que realizaba los visitaba.

Los de aquí tampoco se olvidaban de Carmelo, y en una de sus visitas organizaron la 1er Fiesta del Deporte, entregando el trofeo Carmelo Galbato al mejor deportista de Plaza Huincul y Cutral Co. El podio fue para Walter Confalonieri (ciclista), 2º Carlos Espíndola (ajedrez) y 3º Mirian Orellana (atletismo).

La fiesta se desarrollo un 13 de enero de 1968, fecha de cumpleaños de Carmelo, el mejor homenaje en su día. La idea de este evento fue obra de Alberto Komjati, amigo personal de Carmelo y un grupo de periodistas y amantes del deporte como Olga Lione, Vicente Sendra, Rolando Mereles, Sabino Orellana Alfredo Ortega.

También fue un señor en los caminos, como lo testimonia el hecho ocurrido en la octava vuelta de Córdoba en el año 1969, donde Juan M. Bordeau, sufría un espectacular y grave vuelco. En tal suceso Carmelo, que corría detrás de él, sin titubear, paró para auxiliarlo, dejando de lado la ambición deportiva y demostrando su hombría de bien. Así era Carmelo Galbato... un flor de tipo.