Al fines del Siglo XIX en Chicago, que era la segunda ciudad con más habitantes de Estados Unidos y con gran parte de su población compuesta por obreros, se produjeron movimientos bajo el lema “ocho horas de trabajo, ocho horas de instrucción y ocho horas de descanso”, con el fin de acortar las jornadas laborales, que podían ser hasta de 18 horas.

La única limitación que había en algunos Estados era la prohibición de que una persona trabajara 18 horas seguidas sin una causa justificada.

El 1° de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajador por la sangrienta represión que sufrieron los obreros en la fábrica McCormick en la ciudad de Chicago en 1886. Los obreros llevaban una campaña para que la jornada laboral sea de ocho horas. Por su parte, la cámara de empresarios se negó a aceptar la propuesta, situación que puso a los obreros en huelga.

Ese día, 200 mil trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200 mil lograron esa conquista con la simple amenaza de paro. En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otros Estados, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. Tras tres días de conflicto se produjo una batalla campal: la policía abrió fuego sobre la multitud, matando e hiriendo a un número desconocido de obreros. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se detuvo a centenares de obreros, los cuales fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía. Se apuntó directamente hacia el Movimiento Anarquista y su cúpula.

El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el número a ocho. Pese a que el juicio se celebró sin respetar norma procesal alguna, un sector de la prensa sostenía la culpabilidad de todos los acusados y la necesidad de ahorcar a los extranjeros. Aunque nada pudo probarse en su contra, los ocho de Chicago fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca.

El 26 de junio de 1893, el gobernador de Illinois, John Peter Altgeld, indultó a los tres condenados que no habían sido ejecutados: Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michel Schwab.​ El gobernador Altgeld calificó las condenas y las ejecuciones como el resultado de la "histeria, jurados empaquetados y un juez parcial", haciendo notar que la acusación fiscal "nunca descubrió quién había tirado la bomba que mató al policía y la evidencia no muestra ninguna conexión entre los acusados y el hombre que la tiró".​ Altgeld también culpó al gobierno de la ciudad de Chicago por permitir que la agencia de seguridad Pinkerton utilizara sistemáticamente armas de fuego para reprimir las huelgas.

La repercusión mundial de estos hechos provocó una ola de indignación que sirvió como factor aglutinante de fuerzas que combatían por los mismos ideales que aquellos trabajadores estadounidenses. Treinta y tres años después, en 1919, la primera conferencia de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), proponía la adopción universal de la jornada de ocho horas y la semana de 48 horas de trabajo. Tras un largo debate, la moción fue finalmente aprobada.