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El 25 de diciembre no es solo una fecha en el calendario litúrgico; es un escenario donde convergen el coraje, la memoria política y la solidaridad. Este 2025, la Navidad volvió a mostrar su rostro más diverso a través de rituales que desafían tanto las bajas temperaturas como los conflictos bélicos. Desde los chapuzones bajo cero en Europa hasta el patinaje masivo en Asia, la jornada se transformó en un mosaico de resistencia cultural.


En el corazón de Berlín, la tradición se impuso al frío en el lago Oranke. Allí, los miembros del club "Berlin Seals" cumplieron con su cita anual de natación invernal, sumergiéndose en aguas gélidas ataviados con gorros rojos y trajes festivos, una práctica que busca purificar cuerpo y espíritu para el nuevo año.

Una escena similar, aunque de tinte competitivo, se vivió en el Hyde Park de Londres, donde la histórica Copa Peter Pan cumplió 161 años de historia. Esta competencia de 91 metros en el lago Serpentine es considerada la carrera de natación continua más longeva del planeta, una prueba de fuego para los nadadores más audaces de Inglaterra.

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Hacia el este, en Seúl, la celebración tomó un ritmo más armónico sobre las pistas de hielo, mientras que en Kiev, la Navidad reafirmó su carácter geopolítico. Por tercer año consecutivo, Ucrania se alejó de la tradición ortodoxa rusa (7 de enero) para celebrar bajo el calendario occidental, una decisión de estado que este jueves se tradujo en coros de villancicos y estrellas de Belén desfilando bajo la sombra de la invasión.

Finalmente, en Roma, el espíritu de la fecha regresó a sus raíces más humanas: la comunidad de Sant'Egidio organizó su tradicional almuerzo para personas en situación de vulnerabilidad en la basílica de Santa María en Trastevere, recordando que, más allá de la competencia o el rito, la Navidad sigue siendo una mesa abierta.

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