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Cumpliendo con su tradicional ritual de fin de año, la reina Máxima regresó a las tierras rionegrinas para recibir el 2026. Tras una escala previa en El Calafate, la comitiva real aterrizó este viernes en el aeropuerto local y se dirigió de inmediato a su refugio privado en la estepa patagónica.


Un operativo de hermetismo y seguridad

El arribo se produjo pasadas las 12:00 horas en el aeropuerto "Teniente Luis Candelaria". Bajo una estricta custodia coordinada para preservar su intimidad, la reina, el rey Guillermo Alejandro y sus hijas —las princesas Amalia, Alexia y Ariane— abandonaron la terminal aérea con destino a la estancia Pilpilcurá.

Este establecimiento, propiedad de la soberana y ubicado a unos 75 kilómetros del centro barilochense, es el lugar elegido por la familia para desconectarse de los protocolos europeos y disfrutar de la naturaleza cordillerana.

El reencuentro con sus raíces

La visita tiene un cariz íntimamente familiar, marcado por el reencuentro de Máxima con su madre, María del Carmen Cerruti, quien ya aguardaba en la estancia la llegada del grupo.

Aunque la presencia de la realeza holandesa se ha vuelto una constante cada diciembre en Bariloche, su estadía nunca deja de generar curiosidad entre los habitantes locales. No obstante, el esquema de seguridad permite que los monarcas se muevan con la libertad necesaria para disfrutar de las fiestas en un ambiente de absoluta tranquilidad.