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Aunque el calendario marca una única fecha para el festejo, la mecánica celeste y la organización política del tiempo dictan una realidad distinta: la Navidad tarda casi un día completo en dar la vuelta al mundo. Debido a la división de la Tierra en 24 husos horarios, la celebración se convierte en un desfile escalonado que atraviesa océanos y continentes de este a oeste. (Foto El Ucabista)

Los primeros en brindar: El amanecer en el Pacífico

Mientras en gran parte de América los preparativos apenas comienzan, en el corazón del Océano Pacífico la Navidad ya es un hecho. El punto de partida oficial se encuentra en la República de Kiribati, específicamente en la Isla de Navidad (Kiritimati).

Gracias a su posición en el huso horario UTC+14, este territorio es el primero en cruzar la línea imaginaria del tiempo. A este selecto grupo de "pioneros" se le suman otros archipiélagos y naciones que ven el sol antes que nadie:

·Kiribati y las Islas Chatham (Nueva Zelanda): Lideran la llegada del 25 de diciembre.

·Samoa y Tonga: Les siguen apenas una hora después, aprovechando su ubicación privilegiada cerca de la Línea Internacional de Cambio de Fecha.

·Fiyi y las Islas Marshall: Se suman al festejo poco después, marcando el inicio de la Navidad en Oceanía.

El cierre del ciclo: Los últimos en recibir la fecha

En el otro extremo del espectro cronológico, el 25 de diciembre se despide del mundo en territorios bajo jurisdicción de los Estados Unidos. Debido a su ubicación en el huso UTC-12, lugares como las Islas Baker y Howland son los últimos rincones del planeta en cambiar de día.

Para cuando la Navidad llega a estas islas, en Kiribati ya están celebrando prácticamente el inicio del 26 de diciembre. Otros puntos que cierran la marcha global incluyen:

·Samoa Americana y las Islas Midway: Ubicadas en el huso UTC-11.

·Hawái (Honolulu): Uno de los últimos puntos poblados en iniciar los festejos, bajo el huso UTC-10.

Una danza cronológica

Este fenómeno técnico convierte a la Navidad en un evento que dura mucho más de 24 horas si se mide a escala global. Es una danza geográfica donde el meridiano de Greenwich sirve como eje, pero son las decisiones políticas sobre los husos horarios las que determinan quién abre el champagne primero y quién debe esperar hasta el último minuto del recorrido terrestre.