Las imágenes revelan un panorama desolador: se observan manchas de sangre en paredes y pisos, bolsas de basura, objetos quemados y ropa tirada, evidencias que reflejan la extrema violencia del suceso. En el patio, donde las jóvenes fueron enterradas, se distinguen zonas con tierra removida, restos incinerados y escombros.

La casa, ubicada en Río Jáchal y Chañar, había sido alquilada poco antes de los asesinatos. La policía sorprendió a dos de los cuatro detenidos —un joven de 18 y una mujer de 19 años— intentando limpiar con lavandina las huellas hemáticas al momento de la irrupción policial.

Las víctimas fueron halladas desmembradas y cubiertas con escombros, y en algunos casos, dentro de bolsas de residuos. La investigación maneja la hipótesis de una venganza narco, sugiriendo que los asesinatos y torturas fueron ordenados por una organización de traficantes peruanos como represalia por un presunto robo de drogas.