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Una decisión cargada de dolor y frustración fue comunicada por los propios trabajadores y socios de Campo Claro, la reconocida empresa de alimentos saludables. Mediante un emotivo mensaje en redes sociales, el colectivo anunció el cese definitivo de sus operaciones, citando la imposibilidad de sostener la viabilidad económica de su modelo productivo.

Campo Claro, un referente en el sector orgánico, comenzó su trayectoria en 1995 como una iniciativa familiar. Su fundador, Harald Witomir Tomys, estableció desde el inicio una firme filosofía basada en la agricultura orgánica y la elaboración de harinas integrales y aceites prensados en frío de manera artesanal. Este compromiso con los alimentos genuinos y responsables fue la identidad del molino durante casi treinta años.

En un mensaje en redes sociales, explicaron que el proyecto no logró resistir los desafíos económicos y productivos del último tiempo. “Hemos resistido 30 años, y lo seguiremos haciendo, pero no de esta forma”, comienza el mensaje que rápidamente generó repercusión y tristeza entre sus seguidores.

Los responsables del Molino indicaron que el cierre no implica un final definitivo, sino una pausa: “Vamos a seguir perdurando, como una semilla guardada en la tierra hasta que vengan buenos tiempos”.

En el comunicado, la empresa hizo hincapié en la crisis que atraviesan los pequeños productores orgánicos, quienes según señalaron pierden competitividad frente al “capital concentrado”. “Sin un cambio real en las decisiones de consumo, los productores de agricultura orgánica no podemos sostenernos”, lamentaron.

El texto también expresa dolor, enojo y vergüenza por tener que dar un paso al costado, luego de tantos años de trabajo digno y compromiso con la producción sustentable. “Hoy le ganan al orgullo de todos estos años los desafíos económicos que no pudimos sortear”, remarcaron.

En un tono emotivo, agradecieron a quienes formaron parte del equipo a lo largo de los años y a todos los clientes que los acompañaron. “A vos, que nos elegiste para alimentar a tu familia, te queremos decir que te vamos a estar eternamente agradecidos por permitirnos existir todos estos años”, expresaron.

El mensaje cierra con una despedida abierta: “No tenemos más palabras, pero podemos escuchar las tuyas, si te resuena compartirlas. Abrazo, y hasta siempre”.

El Colapso de un modelo de producción ético

El establecimiento operaba en un terreno de ocho hectáreas en la localidad de Carlos Keen. Allí, la empresa cultivaba bajo estrictas técnicas orgánicas certificadas por SENASA y organismos internacionales, garantizando la ausencia de agroquímicos sintéticos y organismos genéticamente modificados (OGM).

El comunicado oficial de la empresa fue contundente al señalar la razón del cierre: "Lo que ya no funciona es el sustento económico de nuestra producción y de la fuerza laboral que la materializa".

El cierre de Campo Claro es una consecuencia directa de la incapacidad de financiar un modelo basado en la producción meticulosa, las certificaciones de calidad y el empleo formal registrado.

Aunque resistieron diversos obstáculos durante tres décadas, la empresa se vio superada por un contexto económico insostenible.

Factores determinantes del desplome

La inviabilidad del molino orgánico se atribuye a un cóctel de adversidades macroeconómicas y estructurales:

1.Competencia desleal: La presión del capital concentrado que domina la agricultura industrial creó una disparidad de condiciones inmanejable para un productor artesanal.

2.Caída del consumo: La disminución del poder adquisitivo a nivel nacional impactó directamente en la demanda de alimentos premium u orgánicos.

3.Escalada de costos: El aumento en la valorización del dólar encareció dramáticamente insumos, embalajes y los gastos de logística, volviendo inviable la continuidad de su método de producción artesanal y responsable.