Con pocos minutos de diferencia, a pocas cuadras entre un hecho y otro, con la misma campera roja y la misma modalidad: una entradera y disparar a sangre fría, a la altura del pecho provocando heridas gravísimas. La de Huincul fue una noche de miércoles.
El asesino dejó dos vecinos en estado reservado al borde de la muerte. Un chico de 22 años y un hombre de 54.
La decisión de tirar sin contemplaciones, buscando herir en la parte alta del cuerpo, sobre el pecho, deja en claro su intención de matar.
En la primera vivienda, en el bario Analvi, los dueños de casas pusieron sus cuerpos contra la puerta para evitar que ingresara, no se conformó, hizo fuerza hasta que metió la mano por la puerta, disparó varias veces y se fue; huyó.
En el segundo suceso, en barrio Central, el hijo de la dueña de casa simplemente le pide que no le haga daño a la madre, sacó el arma y le gatilló. Tras herirlo de gravedad, también huyó.
El razonamiento de policía es claro: "Por las pocas características que dan las víctimas, las ropas, además no hay mucha distancia entre un domicilio y otro y por los tiempos entre un hecho y otro creemos que pueden estar vinculados", dijo.