Entre los canonizados, once son “mártires de Damasco”, asesinados en Siria durante el Imperio Otomano en el siglo XIX y símbolos de la persecución cristiana.
Además de los once frailes franciscanos y laicos maronitas, varios de ellos españoles, asesinados por militantes drusos en 1860 en la capital siria, hay tres canonizados que fundaron comunidades religiosas.
Francisco presidió la ceremonia de canonización en la Plaza de San Pedro en presencia de miles de fieles católicos de todo el mundo. “Los inscribimos entre los santos, decretando que sean venerados como tales por toda la Iglesia”, proclamó Francisco, tras recitar cada nombre.
La canonización es el último paso hacia la santidad en la Iglesia católica, tras la beatificación. Se requieren tres condiciones, la más importante de las cuales es que la persona haya realizado al menos dos milagros. Debe haber fallecido hace al menos cinco años y haber llevado una vida cristiana ejemplar.
De los 14, hay 11 personas conocidas como los “mártires de Damasco”, que se han convertido en santos unos 160 años después de su muerte. Los ocho frailes franciscanos y tres laicos maronitas -todos hermanos- de un monasterio fueron asesinados por militantes drusos en julio de 1860 en la capital siria, entonces bajo dominio otomano.
Las otras tres personas, fallecidas a principios del siglo XX, son Giuseppe Allamano, Elena Guerra y Marie-Léonie Paradis, quienes fundaron comunidades religiosas.