Desde 1999, cada febrero, jinetes de distintos puntos de Neuquén y de otras provincias se reúnen para recorrer los senderos de la Cordillera del Viento y rendir homenaje a la Santa Madre en la Capilla de Ailinco. Una travesía de fe, camaradería y tradición que une generaciones.

Cada año, con la llegada de febrero, las comunidades del norte neuquino se preparan para una de las peregrinaciones más emblemáticas de la región: la cabalgata que une Tricao Malal con la capilla de Ailinco. Durante tres días, los jinetes recorren paisajes imponentes en un camino que fusiona devoción y costumbres ancestrales.

La imagen de la Virgen de Lourdes, patrona de los crianceros y de los enfermos, es llevada sobre el lomo de un mular, acompañada por una creciente columna de peregrinos. En cada parada, se reza, se canta y se comparte la esperanza de un año próspero, con pedidos especiales por agua para los campos en tiempos de sequía.

La travesía inicia el 8 de febrero en Tricao Malal, con un punto de encuentro en la Vega del Pato. Allí se reúnen los jinetes que provienen de distintos parajes cercanos. La primera jornada los lleva hasta Las Vegas, donde comparten un almuerzo comunitario antes de continuar hasta El Pelán, el lugar elegido para el primer descanso.

La cabalgata es también un espacio de encuentro y celebración. Al caer la tarde, las guitarras y acordeones resuenan en los campamentos. Los asados de chivo, donados por crianceros de la zona, se convierten en el centro de la reunión, mientras que la música y los bailes típicos fortalecen los lazos entre los participantes.

El segundo día, los jinetes cruzan la extensa Pampa Ferraina, un tramo exigente que requiere condiciones climáticas favorables. El descanso del mediodía es en Los Tábanos, donde nuevamente se comparte un almuerzo al aire libre antes de retomar la marcha hacia La Piedra del Gallo, el segundo lugar de pernocte.

El tercer y último día, la travesía se acerca a su punto culminante. La legendaria bajada de Los Tachos, un tramo pedregoso y desafiante, pone a prueba la destreza de los jinetes y la resistencia de sus caballos. Pero el esfuerzo se ve recompensado cuando, poco antes del mediodía, la caravana llega a la capilla de Ailinco.

Los peregrinos son recibidos con aplausos y muestras de cariño por quienes los esperan en el santuario. En la explanada, a caballo, se bailan cuecas como saludo de llegada, antes de dar paso a un almuerzo comunitario preparado por los anfitriones.

La noche del 10 de febrero se vive uno de los momentos más emotivos de la peregrinación: la procesión de antorchas hasta el calvario, donde a la medianoche se le canta el feliz cumpleaños a la Virgen de Lourdes. Este acto de fe y gratitud es el preludio de la gran celebración del día siguiente.

El 11 de febrero, jornada central, la capilla abre sus puertas para la misa principal, donde se realizan bautismos y casamientos programados. La multitud, compuesta por jinetes y visitantes de distintos puntos del norte neuquino, comparte un almuerzo popular, cerrando así una experiencia marcada por la fe, la comunidad y la tradición.