Tras la privatización de YPF y promesas laborales incumplidas por las localidades de neuquinas, José “Coco” Briceño se convirtió en uno de los referentes de los cortes de ruta de de Cutral Có y Plaza Huincul, que dieron nacimiento a un nuevo actor social: los piqueteros
Constanza Bengochea
PARA LA NACION
Las localidades vecinas de Cutral Có y Plaza Huincul, ubicadas a la vera de la ruta nacional 22, que dependían para su desarrollo económico de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) entraron en una profunda crisis tras su privatización, en 1992, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem. De la noche a la mañana, la nueva empresa redujo su plantel de trabajadores: de los 4200 que empleaba YPF sólo retuvo 600. El resto, 3800 personas, cabezas de familia, fueron despedidos ”con todas las de la ley”. El sindicato no reaccionó, los abandonó a su suerte. Al mismo tiempo, el gobierno provincial anunció que el proyecto para instalar una planta de fertilizantes en la región, que se presentaba como una gran oportunidad para los desempleados, la última esperanza, había naufragado. La situación se volvió desesperante.
El año pasado, José Aníbal "Coco" Briceño fue nombrado ciudadano honorable de Cutral Co y Plaza Huincul.
José “Coco” Aníbal Briceño (75), oriundo de Cutral Có, recuerda aquellos días en los que fue protagonista. Él, como miles de habitantes de la zona, había trabajado toda su vida con el petróleo.
Antes de ser despedido de YPF, hacía más de dos décadas que se dedicaba a la perforación: sus jornadas consistían en 18 días de exploración en campamento y tres de descanso en su hogar. No integraba el sindicato y, cuando comenzaron a llover los telegramas, les reprochaba haberlos abandonado en el momento más difícil.
La reacción de Briceño, como la de sus compañeros y vecinos, fue espontánea. Hace un poco más de un cuarto de siglo, el 20 de junio de 1996, junto con una docena de compañeros, fue uno de los primeros en manifestarse en el acceso de Plaza Huincul. Estuvo en la ruta desde el comienzo del reclamo hasta su desenlace y se convirtió en uno de los líderes de la pueblada. Su testimonio es fundamental para entender la desesperanza y la furia incontenible de un pueblo que, sin quererlo, patentó un método de protesta que marcaría a fuego la historia moderna de nuestro país.
“Todo empezó con la desocupación de YPF. En 1992 quedamos sin trabajo miles de empleados. Cuando me despidieron, tenía 45 años. Toda mi vida trabajé con el petróleo. En esa época era jefe de sector, tenía mucha gente a cargo y todos quedamos sin trabajo. No entendíamos qué había pasado. Nos explicaron que el presidente Menem había decidido privatizar y que por eso estábamos todos despedidos. El gremio no hizo nada, teníamos más de 40 años y éramos viejos para que nos contratasen, pero a la vez, éramos jóvenes para jubilarnos. La pasamos muy feo”, comienza.
CARPAS HELADAS Y OLLAS HUMEANTES: SIN DIÁLOGO CON EL GOBIERNO, LOS PIQUETEROS MANTIENEN EL ACAMPE EN LA 9 DE JULIO
Los trabajadores despedidos recibieron una indemnización. Pero la mayoría no supo qué hacer con el dinero. “No sabíamos hacer otra cosa, porque nosotros somos todos hijos de petroleros, nos criamos en el petróleo. Si queríamos poner negocios o empresas no entendíamos nada, entonces se nos hizo muy difícil. Por ejemplo, si decidíamos abrir una carnicería no podíamos porque no sabíamos ni cómo cortar la carne. Además, los que trabajamos en YPF éramos los que movíamos el dinero en el pueblo”, cuenta Briceño, que en aquellos tiempos era el sostén de su familia, compuesta por su mujer y cuatro hijos.
Él insiste que para comprender lo que sucedió entonces hay que remontarse a los orígenes de la localidad que se fundó a comienzos del siglo XX luego del descubrimiento de petróleo en la zona. Cutral Có en lengua mapuche significa “agua de fuego”.
-¿Usted qué hizo con la indemnización que cobró?
-Con la indemnización que me pagaron compré con un amigo unas cabañas en Villa La Angostura. Pensamos que iba a funcionar. En el ínterin, me volvieron a llamar de YPF para contratar mis servicios y acepté porque eso era lo que sabía hacer. De turismo no tenía idea... Me pagaron muy bien mientras duró, pero fue algo temporario. Mi socio quedó a cargo de las cabañas y cuando volví, a los dos años, tuvimos que venderlas para pagar deudas. Eso pasó porque no sabíamos hacer ese trabajo, no teníamos idea de turismo ni de hotelería.
“Vamos a cortar la ruta”
A medida que el dinero de las indemnizaciones se iba agotando y los microemprendimientos fracasaban, la angustia de los habitantes de Cutral Có y Plaza Huincul crecía. En esos tiempos, el gobierno provincial había prometido a los lugareños instalar una fábrica de fertilizantes con la empresa canadiense Agrium, que solo iba a tomar mano de obra local, pero al final las tratativas se paralizaron y la planta se instaló en Bahía Blanca. En las radios locales hablaban de “la traición” del gobernador Felipe Sapag. “Entonces ahí nos juntamos varios que no teníamos trabajo y dijimos ‘Vamos a cortar la ruta’”, recuerda Briceño.
-¿Se podría decir, entonces, que la promesa incumplida de la planta de fertilizantes fue la gota que rebalsó el vaso?
-No salió lo de la planta de fertilizantes, por otra parte YPF no tenía contratos petroleros para ofrecernos... Las empresas privadas no te tomaban porque eras viejo para trabajar y el Estado no te jubilaba porque todavía eras joven. Ahí se armó la hecatombe. No había respuestas, no había trabajo, no había comida para poner en la olla.
-¿Y cómo surgió el piquete?
-Nos reunimos en el ingreso al pueblo Plaza Huincul. En un principio fuimos 15 que cortamos la ruta 22 por 24 horas. Queríamos que se sintiera en la provincia, nada más, pero después creció porque se empezó a sumar la gente de Cutral Có y Plaza Huincul, familias enteras con sus hijos porque los dos pueblos están pegados. La gente se empezó a sumar y a proponer otros cortes de ruta y así fue que nos quedamos. Cortamos todos los acceso de ingreso y salida.
Los manifestantes empezaron bloqueando caminos con barricadas y fuego en distintos puntos de la ruta 22, y con piquetes impidieron la salida de camiones de la destilería de YPF (Captura video Canal 2 Comunicaciones)
-¿Por qué decidieron cortar las rutas?
-Porque eran las rutas de acceso, por donde entraban y salían los camiones a destilería. Prácticamente la provincia quedó sin combustible. Los camiones no podían entrar ni salir. Y nuestra idea también era tomar la planta y cortar el gas.
-Pero no lo hicieron. ¿Por qué, finalmente, desistieron de cortar el gas?
-Hubiese sido muy sencillo: solo teníamos que tomar la planta y bajar la palanca. Pero no lo hicimos porque pensamos en los hospitales, en las escuelas... en la gente que nada tenía que ver y que se iba a perjudicar con nuestra medida. Porque una vez que el caño de gas se vacía tarda un mes en volver a cargarse y era invierno. Razonamos en eso.
-¿Cómo tomaban las decisiones?
-Se hicieron alrededor de 20 piquetes y cada piquete tenía un líder, porque se cortaron todos los caminos, grandes y chicos. No entraba ni salía nadie. Por lo general, acá la gente se conocía y seguía a ese líder.
-¿Cómo se abastecían con comida?
-En el piquete de la ruta 22, el más grande, hacíamos una olla popular, con la comida que la misma gente aportaba. En los otros, la comida se hacía en el centro comunitario y se alcanzaba a esos lugares. También proveíamos con leña para aguantar el frío, en especial a la noche que hacía varios grados bajo cero.
“Cuando la jueza se retiró supimos que habíamos ganado”
Los pobladores resistían en las barricadas que habían formado con todo lo que estaba a su alcance: gomas, autos, alambres de púas... En las dos localidades la actividad habitual quedó paralizada. En los cortes exigían la presencia del gobernador Felipe Sapag para levantar la protesta, pero el caudillo neuquino se negaba e insistía, desde los medios de comunicación, que no iba a negociar “con delincuentes”.
Algunos lugareños sostienen que en el fondo, detrás del escenario desolador que vivían los habitantes, hubo una lucha de poder entre “los amarillos” y “los blancos” del Movimiento Popular Neuquino. Los primeros encabezados por el gobernador Sapag, mientras que los de la corriente blanca tenía como líder a Jorge Sobisch, principal opositor.
-El 24 de junio llegó la jueza federal Margarita Gudiño de Argüelles para desalojarlos. ¿Qué sucedió?
-Ella vino con la gendarmería para despejar la ruta, pero cuando vio la masa de gente que había se declaró incompetente. Éramos como 40.000 personas. Todos los habitantes de los dos pueblos. Cuando ella se retiró lo supimos. Habíamos ganado y el gobernador tuvo que venir.
“Yo vine a levantar un corte de ruta. Pero esto es más. Esto es un rebelión popular. Si hay que calificarla penalmente, esto es sedición, y me supera. Me retiro del lugar y las fuerzas que vinieron conmigo también”, dijo la jueza Gudiño de Argüelles
Antes de declararse incompetente, la jueza intentó disuadir a los manifestantes subida al techo de una combi con un megáfono que le prestaron los mismos piqueteros. Pero su discurso no tuvo eco en los manifestantes. “Yo vine a levantar un corte de ruta. Pero esto es más. Esto es un rebelión popular. Si hay que calificarla penalmente, esto es sedición, y me supera. Me retiro del lugar y las fuerzas que vinieron conmigo también”, dijo Gudiño mientras los lugareños bramaban: “¡Queremos a Felipe!¡Queremos a Felipe!”.
-¿Ustedes estaban armados?
-No... solamente con gomeras y palos.
“Éramos solo nosotros y nuestra dignidad”
Ante la presión social, el gobernador volvió sobre sus pasos y se acercó las localidades. Allí, se realizó una reunión de negociación entre 30 representantes de los piqueteros y Sapag que duró toda la mañana, y en la que se arribó a un acuerdo en el que el gobernador se comprometía a hacer una licitación para instalar una planta de fertilizantes de derivados del petróleo y de esta forma crear nuevos puestos de trabajo para los locales. También a otorgar subsidios y restablecer el servicio de luz y gas de miles de hogares que había sido interrumpidos por falta de pago. Al año siguiente, las localidades conseguirían la cesión del Yacimiento El Mangrullo, que se explota y administra a través del ENIM (Ente Autárquico Intermunicipal). “Gracias a que tenemos el yacimiento hay trabajo para mucha gente porque contratan locales. Somos las únicas municipalidades en la provincia y en el país que tenemos yacimientos propios”, dice Briceño.
El acuerdo con el gobernador fue celebrado por los lugareños como un triunfo. Luego de seis días de cortes, al grito de “el pueblo unido jamás será vencido” despejaron la ruta 22 en menos de una hora. La esperanza del trabajo había regresado. Sin embargo, diez meses después la situación no había cambiado demasiado y los pueblos volvieron a levantarse, pero eso es una segunda parte de esta historia.
-Hoy, cuando ve los movimientos piqueteros que los últimos días tomaron la avenida 9 de Julio exigiendo más planes sociales al ministro Juan Zabaleta ¿Se siente identificado?
-No, no me identifico con ellos. Nosotros hicimos un piquete justo, queríamos trabajo y se consiguió. Los piqueteros de hoy van pagados. Se les paga para que vayan y eso no es reclamo, porque así no trabaja nadie en el país. Acá fue distinto, todos teníamos el mismo objetivo: trabajo. No había una bandera de cada color, ni Partido Obrero, ni La Cámpora. Éramos solo nosotros y nuestra dignidad.
-¿Volvió participar de algún piquete?
-No porque yo soy un hombre de trabajo.