Puede ser una imagen de una persona, gafas e interiorJosé Vázquez Reyes falleció el 20 de enero pasado. Antes, unos años antes, contó la historia de su familia: trabajó -dice- durante 27 años el tambo de su madre, Lucrecia Reyes. Entre otras funciones le tocó distribuir en campamento Dadín y Villa San Martín.

"En esa época, había gente que vendía leche, que tenía dos o tres vacas. Pero yo fui el primero que presentó los papeles. Nosotros nos guiábamos por la reglamentación: teníamos la vacunación del laboratorio de Paúl; los tachos eran todos comprados de Alfa Laval, la empresa que hacia todos los tachos lecheros. Nuestro carro estaba en todas las condiciones, autorizado por la comisión de fomento. Compramos la primer vaca en el ‘40. En una época estuvimos muy bien, pero la enfermedad de mi madre nos mató.

"En esa época, tambos en sí, eran pocos los reconocidos: el nuestro, el de 'Cubitto', un hombre de apellido Heredia, que venía de Roca, tenía el tambo ahí donde ahora encontraron el dinosaurio; y el tambo de la Señora Celina Cerna de Otaño.

"Después que acá, los campos no acompañan a nadie. Porque hay años que vienen buenos, y entonces el criancero, se recarga de animales, creyendo que el año que viene va ser bueno. Pero yo me acuerdo que en el año '44, a nosotros se nos murió una punta de vacunos en el campo. Porque el vacuno, no es como la chiva que al menos 'ramonea', la vaca una vez que cayó no la levantas más. Por más que le pongas la bolsa de afrechillo y pasto y todo al lado, no se recupera".

"Mi madre llega acá en el año 1917 y yo nací en los predios que hay allí en la Comisaría de Plaza.

"Yo entre a YPF, en el año 1958, de ahí me jubilé. Yo estaba en el sector de esquilería, pero no me gustaba, porque yo era muy delgadito. Ahí y en ese año, conocí a Don Esteban Ferry, y a 'Pajarito' Landa, a los hermanos Long, gente muy buena".

"Fui empleado de Sandler, el 'Aguila Cordillerana'. De gerente de la firma estaba José Finkelstein. Después estuve de empleado también en Casa Sánchez, que en ese tiempo tenía unas vacas, vendía leche también. Mi patrón era Evaristo Hipólito Sánchez, que eran cuatro hermanos. Yo entré a trabajar ahí, cuando Ariel empezó a caminar".

"Mire mi patrona, para mí el animal más inteligente, es el burro"

La actividad del tambo está llena de anécdotas. Pero la de José López Reyes merece un lugar especial.

"La señora Doña Otaño, de un momento a otro, no fue más a trabajar. Y entonces en aquella época, no es como ahora, que los chicos salen por cualquier lado y no piden permiso, Doña Celina, va a mi casa, habla con mi mamá, para ver si me podía prestar a mí. Entonces ella le dice 'mire, el muchacho a la mañana está ocupado todo el día, pero le vamos a preguntar a él si le puede hacer el reparto, si son pocas horas'. Entonces, se juntó la Señora con mamá y me dijo si le podía repartir la leche. Eran 120 litros. Le digo 'sí, si en dos horas, dos horas y media, lo hago'. Y salimos.

Puede ser una imagen de una persona"El asunto es que el burro me hizo caminar todo el reparto. Y no se empacó. Sino que, el burro, llevaba tantos años de reparto, que lo sabía al dedillo. Como una persona. Porque el tambo estaba instalado ahí, en el Barrio Otaño. Entonces a la mañana, Doña Celina me dice 'tenga cuidado con el burro que patea'.

"Eran seis tarros de 20 litros, tarros grandotes. Salimos, trote cortito el burro. Atrás iba con los tachos, la cuarta, y todo lo demás. Llego a lo de Ciucci, se clava el burro. La señora me encargó mucho, 'donde se para el burro deje la leche, no se olvide'. Entonces, iba lo más bien con el burro ahí, cuando de repente se para y salgo para adelante. Saco la cuarta, entro y digo, 'dejan la leche acá?, porque no vino el repartidor, no está'. 'Si acá dejamos leche'. Pero cuando salgo afuera, el burro no estaba. Y me entró una intranquilidad por el burro. Miro así para el otro lado, estaba en lo de Blanco. Bueno, ahí llego y le digo ¿dejan leche por acá?', 'sí, si, acá dejamos leche'. Me bajé, entré. Cuando salgo, otra vez el burro no estaba".

"Y el burro sabía dónde se cargaba la cuarta. Él me esperaba. Llego a la colchonera, donde Rivadulla. Ahí estaba parado ya, subí, bajé un tarro de 20 litros, lo llené. En cuanto lo llené, él me miraba así para atrás, salió. Se fue. Allá estaba parado, allá tenía que entregar leche. Ese día anduve casi todo el día a pie a la siga del animal.

"Lo más lindo, que cuando llegamos al hotel Plaza, en ese tiempo estaba Calcaterra, un señor grandote, el encargado del hotel. Dejo la leche, para los helado y esas cosas, salgo afuera, el burro estaba ahí parado. Subo al carro, le levanto las riendas para que salga: muti. No salía el burro. Qué le pasa, no le quería pegar con el arreador, porque para qué. Entonces me bajo, dejo la cuarta en el carro, vuelvo para el hotel y le digo: 'dígame señor, ¿qué hacía el repartidor de la leche acá?', y me dice '¿por qué?'. Yo le explico que el burro no quiere salir, Don Calcaterra me dice 'no, lo que pasa es que con el hombre este, se tomaban unos vinos acá'. El burro, más o menos le calculaba el tiempo que podía demorar. Pero yo me hacía la croqueta que iba a llegar con toda la leche de vuelta, lo cierto es que con ese el burro, si llegué con 5 litros, es mucho"

"Y la Señora me dice 'vió?, yo creo que si largo solo al burro a repartir leche, le falta bajar los tarros nada más'. 'Mire mi patrona, para mí el animal más inteligente, es el burro', le dije."